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López, Oresta. (2001). Alfabeto y
enseñanzas domésticas: el arte de ser maestra rural
en el Valle del Mezquital,México. Hidalgo,
México: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en
Antropología Social, Consejo Estatal para la Cultura y las
Artes del Estado de Hidalgo.
285 pps.
ISBN 968-496-401-3
Reseñado por
Dra. Sonsoles San Román Gago
Universidad autónoma de Madrid
30 de septiembre de 2001
Resumén
El libro de la doctora
Oresta López es un desafío para rescatar de las
tinieblas y sacar a la luz del escenario histórico a las
maestras rurales del Valle del Mezquital (estudio que centra
entre 1920 y 1940). A la luz del diálogo entre
antropología e historia, la autora indaga en la
construcción de sentidos que las mujeres daban a su
condición de género en distintas épocas. La
ausencia de estudios previos obliga a la autora a realizar un
trabajo arduo y difícil, con el que inaugura un
método nuevo: la etnografia histórica, del
cual, como índica la profesora Luz Elena
Galván, en
su prólogo, es pionera en su país.
Abstract
This book by Dr, Oresta
López challenges the reader to discuss and rescue from the
shadows the historical scenario of rural teachers of the
Mexican Valle del Mezquital during the period 1920 to 1940. In this
study, Dr. Lopez, using the innovative approach of
historical
ethnography of which she is a pioneer in her country,
establishes a dialogue between the disciplines of
anthropology
and history, to inquire into the construction of
gendered meaning by rural women teachers.
Identidades ocultas de la maestra en
México (1920-1940)
El libro de la
doctora
Oresta López es un desafío para rescatar de
las
tinieblas y sacar a la luz del escenario histórico a
las
maestras (primeras profesionales
“semi-cualificadas”), castigadas por su
condición femenina a permanecer relegadas en
la
oscura caverna de la historia invisible, a pisar
espacios públicos con calzado casero. Obligadas a
competir
con caducas herramientas bajo el escudo aparente y limitado
de su
forro femenino, las maestras fueron enviadas por la lanza
social
que enarbola la mentalidad de un pueblo hacia la cuneta de
las
olvidadas. Y, desde el espacio de los marginados,
sometidas
al control de las autoridades locales, se vieron forzadas a
inventar estrategias de supervivencia para conservar sus
trabajos
y conquistar espacios nuevos. Desde ese puesto de
exclusión social y política reservado para
ellas
por el poder, dieron buenas muestras de su inteligencia para
afrontar la pobreza, las malas condiciones de trabajo, las
imposiciones de autoridades y familias, las violaciones, las
agresiones, el control moral, e incluso los abusos por parte
de
los propios maestros (que delegaban en ellas los grupos que
no
querían impartir, generalmente los más
difíciles y numerosos). Sin duda, las posiciones de
subordinación y dependencia de estas profesoras
terminaron
por dibujar el límite de sus aspiraciones
profesionales a
base de todo tipo de privaciones, pues no sólo
soportaron
control y abuso sobre sus cuerpos, también se vieron
forzadas a esconder sus embarazos y ocultar a sus hijos ante
las
miradas acusatorias de padres y autoridades que
entendían
que el estado de gestión en las cuidadoras
suponía
un mal ejemplo para la infancia (el concepto de maternidad
encierra importantes contradicciones que, en caso de ser
investigadas, bien pudieran hacer avanzar en los estudios
de
género en México). Más allá de
los
límites del ámbito rural estas profesoras
fueron
utilizadas como medio para conseguir los objetivos
políticos en momentos decisivos de cambio social y
político. Algunas de estas Grandes madres del
pueblo, matriarcas de la aldea, idearon todo tipo
de
maniobras para ayudar a reactivar la economía de la
región, y supieron defender, desde su papel de
intermediarias entre el campesino y las autoridades, la vida
de
los indígenas.
A la luz del
diálogo entre antropología e historia, la
autora
consigue rescatar del castigo de la indiferencia
histórica la vida de las maestras rurales del
Valle
del Mezquital (estudio que centra entre 1920 y 1940).
Alfabeto
y enseñanzas domésticas: el arte de ser
maestra en
el Valle del Mezquital es un libro escrito con gran
intuición y ambición intelectual. La profesora
Oresta consigue levantar ese telón histórico
henchido por el paso del tiempo, en cuyo escenario aparecen
las
maestras, encargadas de transformar las costumbres, vida y
lenguaje de los indígenas otomíes del Valle
del
Mezquital entre 1920 y 1940; laboratorio de acciones
federales en pueblos indígenas y región
que
concentró la tercera parte del magisterio en
ejercicio (la
mayoría maestra). Sin duda esta investigación
no ha
sido fácil para la autora, que da buena cuenta de la
falta
de sensibilidad hacia los estudios de género por
parte de
los investigadores que previamente habían abordado el
periodo acotado por ella sin considerar en sus
investigaciones
que más allá del término neutro que
envuelve
la expresión maestros se enfrentaban a un
colectivo
feminizado. A esta ausencia en los estudios generales y
regionales de historia de la educación se
añaden
otros obstáculos no menos importantes: la
marginalidad de
la mujer en fuentes y documentos oficiales y la falta de
archivos
organizados para encontrar algo sobre la vida de las
maestras.
Esta laguna obliga
a la
autora a realizar un trabajo arduo y difícil, con el
que
inaugura un método nuevo: la etnografia
histórica, del cual es pionera en su país,
tal
como enuncia en el prólogo del libro la doctora Luz
Elena
Galván. La profesora Oresta, que indaga en la
construcción de los sentidos que las mujeres daban a
su
condición de género en distintas
épocas, se
interesa por conocer cómo se transforma la cultura
bajo
condiciones y espacios históricos particulares. A
falta de
fuentes y estudios previos se lanza a utilizar todo tipo de
recursos en un intento valeroso por situar acertadamente las
piezas de ese puzzle que dibuja la silueta de la mujer
oculta tras los velos de su propia historia,
enmascarada,
diluida en el tamaño de lo insignificante, incluso a
través de su propio discurso. La ausencia de diarios
escritos por maestras es buena muestra de este sentimiento
de
insignificancia que ha terminado asumiendo a esa persona
encargada de socializar a futuras y futuros ciudadanos. Sin
embargo, estamos hablando de un trabajo que es crucial para
comprender la magnitud de cuestiones políticas,
sociales y
económicas en un pueblo. Es de esperar que en un
futuro la
ausencia de este tipo de publicaciones se cubra, pues las
maestras que se concentran en los primeros niveles del
sistema
educativo son las agentes sociales más decisivos para
comprender los hábitos y valores de un
pueblo.
La profesora
Oresta, con
un acertado enfoque foucoltiano, va destapando los
mecanismos de
control hasta acercarse al quehacer cotidiano de las
maestras
para mostrar los mecanismos de reprobación y
desconfianza
ante el trabajo realizado por este colectivo feminizado:
magisterio. Así, con la ayuda de la literatura, la
poesía, el cine, el teatro, la pintura, etc.,
consigue
identificar los sentidos e imágenes que le permiten
reconstruir las identidades ocultas detrás de la
figura de
la maestra. (El tema de las identidades sociales de las
maestras,
muy imbricado con la búsqueda de sentidos e
imágenes es, en mi opinión, uno de los retos
más importantes de este libro. La profesora Oresta
López rescata con ello un campo de estudio muy
interesante, que sin duda sabrá aprovechar en un
futuro).
La autora, que
avanza
con cautela desde lo privado y doméstico hacia lo
público en un esfuerzo por hacer justicia a los
sacrificios de las educadoras de aldeas rurales, intenta
comprender el trabajo de unas mujeres que,
desposeídas de
las armas de la cultura, ingresaron en el magisterio muchas
veces
con poca preparación, incluso sin título, para
llegar a convertirse en personajes muy respetados dentro de
la
comunidad. La profesora Oresta va reconstruyendo las
imágenes de la vida cotidiana de las maestras en un
intento por descifrar los hábitos, valores y
actitudes de
unas mujeres que consiguieron transformar la dieta, los
vestidos
y los hábitos de higiene, convencer a los padres de
la
necesidad de vacunar a sus hijos, explicar a la mujer
embarazada
cómo cuidarse y la recién estrenada madre
cómo criar a sus hijos, enseñar a coser a
mujeres
que en su vida habían visto unas tijeras,
etc.
La autora se
esfuerza
también por desvelar las causas del actual proceso de
feminización del magisterio (una página de la
historia de México que se encuentra aún sin
escribir), que se inició desde el Porfiriato al
favorecer
la alfabetización de la discencia y la docencia
(fenómeno común en la mayoría de los
países, pero que en México resulta alarmante
tanto
por el excesivo número de maestras concentradas en
los
primeros niveles del sistema educativo, que llega a alcanzar
un
100% en casi todas las regiones, como por las arraigadas
mentalidades que continúan excluyendo al maestro, y
por
ende incluyendo a la maestra, de un trabajo que se entiende
compatible con la naturaleza de la mujer). Oresta
López
muestra con un enfoque histórico cómo y
porqué las mujeres ingresaron en el magisterio, el
tipo de
estrategias que utilizaron para permanecer y continuar en
sus
puestos ante la mirada atenta de unos compañeros que
no
veían con buenos ojos el trabajo asalariado femenino
y la
crudeza de sus exiguos sueldos, inferiores a los de sus
compañeros.
El libro muestra
igualmente la línea divisoria entre tradición
y
modernidad a la luz de la distinción entre dos tipos
de
maestras: maestras antiguas, partidarias de los
métodos memorísticos y el castigo en las
escuelas,
y maestras nuevas, comprometidas social y
cívicamente, defensoras de la escuela nueva;
tal
dicotomía viene a demarcar un antes y un
después en
las prácticas metodológicas utilizadas dentro
de
las escuelas. Pero no hay que lanzar las campanas al vuelo,
pues
en cualquiera de los dos modelos la condición
femenina
continuó operando negativamente; las maestras eran de
hecho rigurosamente controladas por autoridades y familias.
Estas
semi-profesionales, mujeres estériles, viudas o
célibes por expreso deseo de las autoridades y
familias,
fueron despojadas del derecho a gozar de una vida privada
(curiosa contradicción: son reclamadas por sus
supuestas
cualidades maternales para cuidar de la infancia, para ser
privadas del derecho a ser madres biológicas -hasta
la
década de los 30 no se consiguió avanzar mucho
en
estos derechos. Es decir que el mismo resquicio de
mentalidad
que les cede el paso hacia este espacio público,
compatibiliza su vida en familia con una profesión
más que compatible, y por ello muy elegida por la
mujer en
la mayoría de países).
En Alfabeto y
enseñanza domésticas, la profesora Oresta
López muestra en qué medida se ha abusado de
la
condición femenina de estas semi-profesionales
(término acertadamente acuñado por Lortie y
Etzinoni). En efecto, sobre estas maestras cayó con
toda
su fuerza el peso de las limitaciones impuestas a su
género y, aún cuando consiguieron ser
respetadas
por la comunidad al erigirse como representantes de la
cultura
legitima (que imponía a través de la escuela
los
moldes y conductas para homogeneizar a la población
indígena, a quien se le llegó a privar del
derecho
a hablar su propia lengua), realizaron trabajos de
subordinación acordes con las supuestas condiciones
femeninas naturales por las que eran demandadas en el aula
(maternales, afectivas, con capacidad de adaptación a
la
difícil vida en las aldeas rurales, entusiastas,
emprendedoras, instintivas y sacrificadas). Lo cierto es que
estas mujeres tuvieron que desempeñar
múltiples
labores sociales dentro de las aldeas rurales y,
encargadas de conseguir hábitos de higiene y obtener
conductas homogéneas, llegaron a ser el
médico, el
sacerdote, el veterinario, etc. Los deberes de estas
madres
suplentes y concienciadas (término acuñado
por
Caroline Steedman) rebasan con mucho las paredes de la
escuela.
Es precisamente aquí donde se perciben con absoluta
claridad las contradicciones entre la condición
femenina y
la imagen profesional de la maestra: respetadas, y no en
todos
los casos, como profesionales, pero subordinadas siempre
como
mujeres.
Estas maestras
mostraron
su generosidad y, despojadas del derecho a tener una
vida
privada, ofrecieron las casas que ocupaban en las aldeas
rurales,
ubicadas en muchos casos en el propio edificio de la escuela
que
regentaban, para dar cobijo a los partidos políticos
y a
los campesinos. Allí enseñaban a bordar y a
coser a
las mujeres de la comunidad, alfabetizaban a los adultos y
ayudaban en las campañas a favor de los comedores
escolares y los festivales escolares al aire libre. Ellas,
que al
igual que el ama de casa ingresan en el magisterio sin
cobrar por
su trabajo, vía domesticidad, fueron reclutadas como
heroínas, atraídas por los halagos
lanzados
por José Vasconcelos en su campaña para
alfabetizar
a ese 80% de analfabetos que heredo México de la
dictadura
de Díaz (la relación entre sacerdocio y
espíritu de sacrificio en el ejercicio del magisterio
ha
estado presente en la historia de una profesión que
dotó de prestigio, y no de salario, a unas
mujeres
que encontraron en este cobijo laboral un sello de
distinción de clase, una forma de reivindicar su
posición de clase media frente a otras mujeres que
sin
ningún tipo de formación se vieron obligadas a
realizar trabajos en fábricas; a lo que Carlos Lerena
denomina acertadamente paracaídas social, pues
permite que las maestras aterricenen su clase social
de
procedencia, la clase media, con cierto prestigio social).
Las
puertas de la escuela se abren a la mujer para solventar un
problema económico ante el abandono de un hombre que
se
dirige hacia parcelas mejor remuneradas y con mayor
prestigio
(otro curso habrían tenido las profesiones femeninas
en
caso de que Marx hubiera reconocido el trabajo
doméstico
como asalariado, pues no cabe la menor duda de que el
desprestigio de esta profesión tiene mucho que ver
con el
altísimo número de mujeres que se concentran
en un
espacio laboral que aún se percibe como
extensión a
los roles domésticos asignados y asumidos por la
mujer).
Sin duda, el lector
interesado en el estudio de las maestras podrá
descubrir
en la lectura de este libro un apasionante intento por
cubrir una
laguna que inaugura una línea de investigación
en
un país que sólo muy recientemente, como
indica la
propia autora, ha comenzado a contemplar en su amplitud el
paisaje histórico desde la ventana del género,
lo
que permitirá rescatar en un futuro buena parte de su
apasionante historia.
La riqueza del
libro
escrito por Oresta López no se encuentra sólo
en lo
que muestra, sino en lo que sugiere. Hay muchas ventanas que
quedan entreabiertas, esperando que ella misma o las
investigadoras e investigadores que continúen sus
trabajos
terminen de abrirlas. Por otro lado, los múltiples
campos
acotados por la autora convierten el libro en atractivo no
sólo para historiadores o antropólogos,
también para sociólogos, políticos,
psicólogos, cualquier persona interesada en asuntos
educativos, o simplemente en conocer la historia oculta de
un
país apasionante por su diversidad
cultural.
Permítanme
una
última reflexión personal: las jóvenes
universitarias han mostrado con creces la falta de
fundamento de
esos prejuicios legados por la herencia histórica.
Las
alumnas obtienen de hecho altas calificaciones educativas,
en
muchos casos superiores a sus compañeros varones, que
avalan su capacidad para competir con el hombre en el
terreno
laboral. Sin embargo, los prejuicios heredados del pasado
continúan lanzando sobre ellas la fuerza del
descrédito social, y así conforme avanza su
nivel
de formación, lo hace también el de desempleo;
situación que les obliga a concentrarse en
profesiones
femeninas: educación, sanidad y servicios. Un
túnel
oscuro espera su llegada; el mercado laboral las
recibirá
en el espesor lúgubre de un desprestigio social que
no
merecen. Queda mucho por andar.
Acerca de la autora
Sonsoles San Román Gago
Profesora titular de Sociología de la Universidad
Autónoma de Madrid.
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