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Bracey, Gerald W. (2002). The war against America’s
public schools: Privatizing schools, commercializing
education. Boston: Allyn & Bacon.
$25 ISBN: 0-321-08073-4
Reseñado por Mary P. McGuire
State University of New York, Cortland
Gerald W. Bracey’s La guerra contra las escuelas
públicas en los Estados Unidos: Privatizando las escuelas,
comercializando la educación.
17 de marzo de 2003
Gerald Bracey presenta un argumento convincente en el sentido
de que todo el espectro de diversidad escolar –desde las
escuelas “Charter” hasta las “Vouchers”-
está promovido y soportado por un movimiento interesado en
convertir la educación en los Estados Unidos, en un
renglón económico rentable. Su argumento está bien
armado y bien escrito para el beneficio del lector y lo sustenta
con una aproximación triple. En primer lugar él
demuestra que las estadísticas alarmantes de la
educación, que aparecen en los informes públicos y en
los medios, a menudo son análisis realizados por aquellos
interesados en erosionar el status quo de la
educación. Los análisis están sesgados para
presentar un panorama oscuro de la educación pública.
En segundo lugar demuestra que los enemigos, con intereses
económicos en la educación, proponen la creación
de una variedad de opciones disponibles para los padres y los
alumnos. Finalmente, él presenta evidencia de que la
situación actual de la oferta no va a mejorar mucho. Por
todo esto el autor proclama que la idea de que los privatizadores
estén motivados por ayudar a la juventud estadounidense debe
ser puesta bajo sospecha.
El estado de la educación en Estados Unidos
Gerald Bracey asevera que los medios presentan una visión
apocalíptica del estado de la educación, a un
público que prefiere malas noticias. Las voces que
deberían indicar cuál es la salud relativa del sistema
están mudas; en parte, porque nadie quiere oirlo y, por otro
lado, porque nadie está interesado en mejorarlo. Para
qué decir que la educación anda bien si se quieren
más recursos para ella o si bien, quiere cambiarla
radicalmente? Para qué decir algo si Ud. está de
acuerdo con el stutus quo? Cuando el sistema es atacado
desde afuera los defensores de adentro apenas si reaccionan a la
defensiva. Por tanto, los medios y todos aquellos que desean
cambiar la educación se benefician difamando al sistema.
El autor analiza “El Estudio internacional de
Matemáticas y Ciencia” y demuestra que los estudiantes
en los Estados Unidos tienen un rendimiento inferior frente a sus
pares en otros países. Por ejemplo, él dice que:
“Oigan, estamos en el puesto No. 19” (John Leo U.S.
News and World Report, 199, marzo 19, p.14) y otros titulares
igualmente alarmantes, significan muy poco, en parte porque la
diferencia entre el número correcto de respuestas es muy
pequeña y el número de empates es muy alto entre los
países. Por ejemplo, en Estados Unidos el promedio de
respuestas correctas fue de 58 en la prueba de ciencia en la
secundaria (TIMSS), lo que deja al país en el puesto 19,
empatado con Rusia, Nueva Zelanda, Noruega, Hong Kong y Alemania.
Con una respuesta correcta adicional, el empate hubiera sido con
Canadá, Irlanda, Suecia y Australia (todos en el puesto 14).
Con una respuesta menos Estados Unidos hubiera quedado empatado
con los países del puesto 23 (Tailandia, Israel, Suiza y
España). (p. 49). De hecho los estadounidenses obtuvieron 12
preguntas correctas menos que los de Singapur que fueron los
mejores y 31 preguntas correctas más que los últimos,
que fueron los surafricanos. El autor, de igual manera, corre el
velo sobre el hecho de que en otras pruebas TIMSS y en las
pruebas SAT las diferencias son también muy pequeñas.
Su conclusión es que los enemigos del sistema actual
están manipulando los resultados para hacer creer que los
estudiantes norteamericanos están rezagados.
Otros han interpretado que a los estudiantes de Estados Unidos
les va más mal en las pruebas de ciencias y matemáticas
en el octavo grado que en el cuarto, en comparaciones
internacionales, debido a que el currículo en casa es
más amplio que profundo. Tratamos de enseñar más
habilidades a los niños cada año y así nos queda
menos tiempo para profundizar en áreas cubiertas por las
pruebas internacionales (Schmidt et al.). El autor se refiere a
esto cuando discute el hecho de que los niños
estadounidenenses están sobrecargados de contenidos
(pp.45-46).
También argumenta el autor que en la escuela media se
tiene la tendencia a concebir los años entre el 5to y el 8vo
grados como el fin de la educación primaria. En muchos
países los niños en los rangos de edad equivalentes
están empezando la escuela secundaria. Por esta razón
los estudiantes en Estados Unidos están repasando los
conocimientos de ciencias y matemáticas de la primaria,
cuando sus coetáneos en otros países son introducidos a
los contenidos de la escuela secundaria. En resumen, se espera
que los niños de Estados Unidos obtengan resultados más
bajos si son introducidos más tardíamente al
álgebra y a la geometría (pp. 47-48). Es más,
estos datos no pueden ser usados para predecir los resultados al
final de la secundaria como lo han hecho Moe y Bailey (p-12).
¿Quienes son los enemigos de la educación
pública en estados unidos?
El autor sugiere que existe toda una variedad de intereses,
aparentemente desconectados, que asedian la escuela pública.
Fundaciones conservadoras, académicos, negocios e
industrias, cristianos conservadores, y políticos estatales,
todos tienen razones para golpear el status quo de la
educación en este país. El autor ve estos intereses, la
mayoría no relacionados, como si trabajaran al unísono
para apoyarse mutuamente, quizá de manera informal, en el
afán de crear temores acerca del estado de la educación
y en la consecuente promoción de alternativas distintas.
Los fiscalizadores conservadores están interesados en
reducir el tamaño del estado y reducir los impuestos.
Según Bracey, la educación es simplemente otra
actividad gubernamental que los conservadores quieren reducir. La
introducción de la competencia entre las escuelas y la
disminución del rol gubernamental achica al estado y reduce
los impuestos a la vez que abre el camino para sacar ganancia de
la ecuación. Yo me quedé perplejo al informarme de que
Lehman Brother’s publicó un panfleto proclamando que,
igual que con la salud y con las prisiones, los privatizadores
están decididos a tomarse el sistema educativo para obtener
ganancias (pp. 6-7). Aquí el autor señala que
independientemente de que la opción sea escuelas privadas o
escuelas Charter, el sistema puede ser rentable. La mayoría
de las escuelas Charter que sobreviven por más de un
año están manejadas por compañías de gerencia
escolar con ánimo de lucro (p72). Tales compañías
han atraído la atención favorable de analistas de Wall
Street cuya fe en las posibilidades de ganancia en este sector ha
permitido su crecimiento. Lamenta el autor que esa fe este
fundamentada sobre el desconocimiento del cambio radical que la
privatización representa para la educación.
Para los académicos que investigan la Educación,
esta es una fuente de financiamiento. Sin embargo, los proyectos
de investigación que se financian no son los de aquellos que
presentan hipótesis favorables al status quo del
sistema. Por tanto, los profesores que necesitan obtener
financiación para poder mantenerse en sus puestos, se
benefician más de hipótesis que promueven las reformas.
Cuando se estudian reformas, se supone que esta es necesaria
(p.56).
Los negocios y la industria siempre se han beneficiado al
convencer al gobierno de que deben subsidiar el entrenamiento de
la futura fuerza de trabajo. Al producir gente joven preparada
para trabajar en las fábricas y las oficinas, el gobierno
reduce los costos de entrenamiento que debería asumir la
industria misma. Los cambios en la economía y en la
misión de la industria conduce a demandas de cambio en el
sistema escolar. Así la “computarización”
muy rápida de la economía exigió que los
graduandos del bachillerato estuvieran alfabetizados en
computadores. Como lo indica el autor, pocos trabajos requieren
competencias en computación más allá de el uso de
softwares amigables. Entre las 10 profesiones que
están creciendo más rápidamente en los Estados
Unidos, 5 requieren, verdaderamente, conocimiento en
computadores. Todas estas 5 profesiones están creciendo
rápido porque el porcentaje de personas que trabajan en
ellas también ha crecido rápido a partir de una
fundación muy pequeña. Sin embargo, si miramos el
cambio en términos absolutos, sólo una ocupación
de las que requiere tal competencia está en el primer lugar
de las 10 mencionadas. Por tanto el autor del libro argumenta que
el riesgo para la economía, supuestamente engendrado en el
analfabetismo computacional, es ante todo una ficción
fabricada (pp. 10-11).
Los cristianos conservadores están interesados en usar
fondos de los impuestos para fundar educación religiosa. Por
tanto, ellos apoyan los vouchers, que permiten a los
padres usar dineros públicos para enviar a sus hijos a
escuelas parroquiales (pp. 11-12). El hecho de que la corte
suprema haya decidido que entregar los vouchers a los
padres para ser invertidos en escuelas religiosas, en Cleveland,
no representa una violación al First Amendment (Junio
28, 2002, Zelman vs. Simmons- Harris), convierte la
discusión del autor, sobre las motivaciones y las
técnicas políticas de este asunto, en un tema de la
máxima actualidad.
Mientras otros ven el movimiento de la diversidad escolar como
un interés naciente por la política en Estados Unidos
(Morken y Formicola, por ejemplo), el entendimiento amplio de
diversidad escolar - incluyendo vouchers, charters, magnets y
escuelas en el hogar - el autor es convincente en su
aseveración de que existe un movimiento político activo
subterráneo a favor del mismo. Conectando los intereses
varios y aparentemente no relacionados, que apoyan el movimiento,
el autor induce a una seria reflexión. Es sorprendente saber
que William Bennet, un conservador, social-religioso ex
secretario de educación, utilizó estadísticas
obtenidas por el científico político y conservador
fiscal, Terry Moe para un libro sobre inversión en la
industria de la educación (p. 12). Esto parece ser un
indicativo del valor de los intereses sobrelapados que,
según sugiere G. Bracey, están promoviendo el
movimiento.
Este autor está firmemente opuesto a la
privatización del sistema de educación de los Estados
Unidos en todos sus formas y disfraces. Él lo ve como una
amenaza para la contabilidad social en un sector con
financiación estatal, y como un esfuerzo mal dirigido,
puesto que la escuela privada tiene la tendencia a utilizar su
capacidad para desechar los estudiantes menos exitosos; por tanto
se convierte en una fuente inapropiada de ganancia. El agrega que
el supuesto éxito de la escuela privada está
sobredimensionado y en ningún momento es indicativo de lo
que pasará si la privatización se hace más
extensa.
El libro es de obligatoria lectura. El autor efectivamente
demuele las estadísticas usadas para demostrar el fracaso de
las escuelas públicas. El lector queda con la impresión
de que más que privatizar un sistema que funciona bien para
la mayoría de los niños, debe dejarse en pié, a la
vez que se agreguen más recursos económicos en las
escuelas que no están haciendo un buen trabajo.
El autor utiliza anécdotas jocosas, tales como el
afán de desacreditar la educación científica de
Estados Unidos, cuando el programa espacial ruso ridiculizó
a los estados Unidos con el Sputnik, pero no se dio ningún
crédito con resultados tan obviamente exitosos como la
llegada a la luna. En forma similar el sistema de educación
fue culpado de la perceptible falta de competitividad cuando la
economía japonesa se hizo fuerte en la década del 80;
pero no se refiere al éxito estadounidense cuando la
economía fue exitosa a la vez que la japonesa sufria una
caída en los 90 (pp. 38-40). El autor contextualiza su
argumento históricamente, lo que inhabilita a sus
críticos para usar una historia de declinación que
anule las escuelas de Estados Unidos, tras revelar las falencias
en los reportes de los supuestos bajos puntajes en el SAT
(pp.57-61) y el desarrollo de un modelo educativo tipo
fábrica para el cambio siglo.
El estudio de los casos de Chile, Milwaukee, Cleveland y San
Antonio, permite ver a los lectores los resultados de la
diversidad escolar, en forma mezclada, cualitativamente. El autor
asevera que ninguno de estos modelos han producido mejorías
reales en la educación de los niños.
En general, el autor desarrolla un argumento convincente en el
sentido de que la diversidad escolar debería ser vista como
una conspiración que pone en peligro un sistema enormemente
exitoso, para el logro de las metas variopintas de sus
proponentes. Sin embargo el uso ocasional de calificativos tales
como “aparentemente” o “rumorado” hace al
autor vulnerable a la crítica. El empleo de afirmaciones no
substanciadas parece estar fundamentado en un deseo de presentar
el movimiento en una forma tan alarmante como sea posible. Por
ejemplo, él escribe que “Lehman Brothers
supuestamente envió plegables a sus
clientes...” (pp. 6). Puesto que su método es
sólido y él es crítico del uso de
estadísticas sesgadas y alusiones indirectas, su trabajo
hubiera sido más difícil de contradecir si hubiera
revisado su escrito hasta estar seguro de los hechos, o si
hubiera omitido los historias no substanciadas ,
independientemente del valor retórico.
Algunos de sus argumentos son capciosos. Si bien es cierto que
la mayoría de los trabajos no requerirán conocimientos
avanzados en computadores en un futuro cercano y que la industria
se beneficia de que la escuela provea estas habilidades,
también es cierto que para tener una oportunidad competitiva
en muchos de los trabajos mejor pagados, los estudiantes se
beneficiarían si adquieren este entrenamiento. A pesar de la
providencia reciente de la Corte de Apelaciones de New York, en
el sentido de que el Estado sólo tiene que proveer una
educación básica para la participación ciudadana,
existe una amplia expectativa social en el sentido de que lo
jóvenes deben ser bien preparados para el mercado
laboral.
Yo utilicé este libro en un curso sobre política
educativa; los estudiantes que lo leyeron aprendieron mucho sobre
el uso de la retórica y las estadísticas, tanto como de
la privatización de las escuelas. El libro es tan
convincente que juzgué necesario incluir un libro que
defienda la posición opuesta con el ánimo de que los
lectores menos informados no se dejen convencer tan
fácilmente.
“La guerra contra las escuelas públicas en Estados
Unidos: privatización escolar y comercialización de la
educación” es una interesante contribución a la
investigación sobre diversidad escolar. Es un libro conciso
en el que el autor es capaz de agrupar varias formas de
diversidad escolar con sus proponentes y ofrecer un análisis
crítico de ellos, en forma individual y colectiva. El libro
es una importante adición a la bibliografía sobre
política educativa.
Referencias
Schmidt, W., Houang, R., y Cogan, L. (Verano, 2002). A
coherent curriculum: The case of mathemathics, The American
Educator.
Morken, H. y Jo Renee Formicola, J. R. (1999). The Politics
of School Choice. New York: Rowan & Littlefield
Publishers Inc.
Sobre el autor de la reseña
Mary P. McGuire
Profesora asistente
Departamento de Ciencias Politicas
Universidad Estatal de Nueva York, Cortland
Traducción de Sergio A. Loaiza y Diego M.
Verano, del Club de traducción del grupo CHHES,
coordinado por Jorge Ossa, con autorización de Education
Reviews, para la revista Uni-pluri/versidad (Medellín,
Colombia)
Reseñas Educativas/ Resenhas Educativas
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tanto trabajos académicos como practicas educativas.
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