martes, 25 de marzo de 2025

Jackson, Philip W., Boostrom, Robert E., & Hansen, David T. (2003). La vida moral en la escuela. Reseñado por Antonio Bolívar

 

Jackson, Philip W., Boostrom, Robert E., & Hansen, David T. (2003). La vida moral en la escuela. Buenos Aires: Amorrortu.

335 pp.
ISBN 950-518-828-5

Reseñado por Antonio Bolívar
Universidad de Granada

27 de diciembre de 2003

Diez años después de la publicación original (The moral life of schools, San Francisco: Jossey-Bass, 1993) aparece en la cuidada Colección “Agenda Educativa” de la editorial Amorrortu esta importante obra, haciéndola accesible a investigadores, estudiosos, docentes y estudiantes universitarios. La obra nos recuerda, ya en su propio título y orientación metodológica, a La vida en las aulas que Jackson publicó en 1968. Este libro aporta un enfoque novedoso de la vida cotidiana en el aula: proponer un modo de ver y considerar los sucesos del aula que posibilite poner de relieve su significación moral y expresiva. Además de las actividades explícitamente dirigidas a tal fin, hay otros aspectos (desde la decoración de la clase a las expresiones del rostro de los docentes) que justamente tienen una incidencia y significación moral, pasando normalmente inadvertidos por formar parte de la subestructura curricular.

En los últimos años en USA o España, después de un período de objetivismo que pretendía romper con el adoctrinamiento ideológico de otros momentos, se está reivindicando la naturaleza intrínsecamente moral de la educación. En este final de modernidad, tras la etapa racionalista en la que todo el interés se concentraba en cómo planificar (racionalizar) la actividad docente para conseguir determinados resultados, estamos volviendo a recuperar el ángulo personal del oficio de maestro, donde el asunto se juega más en el compromiso personal, la vocación y la entrega por realzar educativamente la vida de los alumnos. La enseñanza, muestra este libro, más que mera instrucción, es interrelación de personas, guiada por metas morales, de modo consciente (actividades explícitamente dirigidas a la educación moral) o, como suele ser más frecuente, implícitamente por la vida en las aulas (mediante el currículum “oculto”).

Se trata de cómo mirar y observar la vida moral del aula sin moralizar, redirigiendo la mirada de los observadores, como artistas que muestran y aprecian los significados y valores de las expresiones de acciones o hechos. Los autores adoptan un deliberado propósito de mantenerse en un plano descriptivo, sin deslizarse por escurridizos caminos prescriptivos, por lo que “no debemos esperar que de este enfoque surjan recetas prácticas” (p. 286), declaran. De ahí que, contra lo que suele ser habitual en libros sobre educación moral, renuncien a propuestas normativas o curriculares sobre cómo debía ser la educación moral. Además, operan con una segunda restricción: limitarse a la observación de lo que pasa, sin preguntar a los docentes sobre lo observado, evitando que tuvieran que justificar los hechos. Esta posición pretende, al tiempo, restringir las observaciones a lo efectivamente visto u oído, colocando al observador en una perspectiva más cercana a la vivida por los alumnos, que tampoco suelen preguntar a sus maestros el por qué de sus actuaciones. Si las observaciones etnográficas precisan de una hermenéutica que les de sentido y significado, de ellas no se deducen directamente guías sobre lo que deba hacerse moralmente. No obstante, incrementar la sensibilidad y el conocimiento de la vida moral del aula, inevitablemente, lleva a que el profesorado tenga presente dichas dimensiones en su práctica docente.

Jackson, Boostrom y Hansen ponen de manifiesto cómo todo proceso interactivo de las aulas y centros, desde niveles más explícitos a implícitos, es intrínsecamente una actividad moral, no tanto por los contenidos que se enseñen sino por la forma misma como se regulan y expresan. Al describir etnográficamente las percepciones de la enseñanza por los profesores se manifiesta hasta qué grado están repletas de consideraciones morales. Se ven a sí mismos como modelos de buena conducta y como guías en el arriesgado terreno moral. Los docentes, aun sin ser conscientes de ello, siempre son educadores morales. Sus comentarios en clase, sus maneras de organizar la clase, conducta, modos de tratar o evaluar a los alumnos, etc., implícita o explícitamente, educan en valores y actitudes, como han mostrado los análisis sobre el “currículum oculto”, del que Jackson fue iniciador. Por eso más vale planteárselas crítico-reflexivamente, que dejarlas al arbitrio del azar, siempre reproductor de las relaciones sociales vigentes.

En la Primera parte (En busca de la moral: una guía para el observador) establecen una guía de observación, a modo de taxonomía de categorías de influencia moral dentro de las aulas. Se trata de ofrecer sugerencias sobre dónde buscar la moral y, en particular, perspectivas sobre el modo de observar las implicaciones morales en la trama del aula, más allá de lo explícito. Un primer conjunto comprende cinco categorías expresamente morales, como intentos deliberados de promover la educación moral: la educación moral como una parte formal del currículum, la educación moral dentro del currículum, rituales y ceremonias, muestras visuales de contenido moral, y manifestaciones espontáneas de comentarios morales en la actividad en curso. Por su parte, el segundo conjunto lo constituyen prácticas de la vida del aula y cualidades de los docentes que encarnan, en muchas ocasiones indirectamente, una posición moral. Este segundo grupo lo forman dimensiones que incorporan implícitamente la moral y son, por eso, menos obvias, obligando a ir más allá de los hechos, afectando -no obstante- de modo más importante a la educación moral de los alumnos. Las categorías de este segundo grupo son: normas y regulaciones del aula, la moralidad de la subestructura curricular y moralidad expresiva en el aula.

Los autores proponen esta guía de observación organizada en ocho categorías, con sus correspondientes especificaciones en cada una, como ayuda para ver y observar en qué grado la enseñanza es una empresa moral, llamando la atención a las maneras múltiples como se manifiesta lo que se ve, oye o vive en el aula. Aparte de la delimitación de categorías con propósito deliberado de educación moral del primer grupo, la importancia del segundo conjunto es mostrar los resultados no intencionales de la enseñanza que resultan más eficaces, en la medida que permanecen a lo largo de la práctica: “las normas que estructuran la clase, los supuestos en que se basa el currículum y el estilo o carácter del docente están casi siempre presentes” (pág. 65).

Además de dirigir la mirada a lo que ocurre en el aula, se precisa reflexionar sobre lo visto para extraer su significación moral. La Segunda parte (Advertir la complejidad moral dentro de un ámbito escolar: cuatro series de observaciones) trata de ofrecer ejemplos de este proceso reflexivo, en el que se distinguen dos fases: una descriptiva, que se produce durante la observación del aula, y una etapa posterior de reflexión sobre lo observado. Ambas fases se encuentran mediadas por la interpretación de los hechos, pues la lectura moral de lo que vemos cuando observamos el mundo de la enseñanza es una obra abierta (recurriendo a la terminología de Umberto Eco), sujeta a sucesivas reconstrucciones e interpretaciones.

En esta parte se incluyen fragmentos seleccionados de observaciones, seguidos de los comentarios pertinentes sobre las actuaciones docentes en cuatro ámbitos: un aula de primer grado, una clase de álgebra de un colegio de Secundaria católico, un aula de segundo grado y una clase de lengua en una escuela secundaria pública. El excelente análisis de los fragmentos apunta siempre a desvelar la posible significación moral de los sucesos descritos. Más que juzgar moralmente la bondad o no de las acciones, se trata de revelar (“comprensión expresiva”) su significado moral. Así señalan:

... lo que nos interesaba era cómo ver lo moral o lo inmoral, no sólo en lo que los docentes dicen y hacen, sino también en otros aspectos de la vida en el aula. Nuestro objetivo, en otras palabras, nunca fue demostrar las buenas intenciones morales del docente común, ni averiguar si los docentes específicos con quienes trabajamos eran básicamente buenas personas. Dimos por descontadas ambas cosas desde el comienzo. Nuestra meta era descubrir cómo había que proceder para discernir las propiedades morales de los docentes y las aulas en general, con la convicción de que existían y que podían revelarse. (pp. 138-9)

La Tercera parte (Enfrentar la ambigüedad y la tensión morales: otras cuatro series de observaciones) recoge otras observaciones efectuadas en distintos establecimientos sobre el medio físico y la experiencia global de los alumnos, que penetran, en este caso a un nivel mayor de profundidad, en la trama y urdimbre de las prácticas pedagógicas. La ambivalencia de la vida moral en el aula muestra que, aun en el caso de buenos docentes, se dan también una serie de prácticas cuestionables. La continuas observaciones ilustran la complejidad de la vida moral en las aulas. De este modo declaran:

En conjunto, estos cambios en nuestra percepción equivalen a lo siguiente: cuanto más observábamos y más reflexionábamos sobre lo que veíamos y oíamos, 1) más conciencia tomábamos de la insondable complejidad de la vida en el aula; 2) más respeto nos merecían los docentes a quiénes observábamos en nuestras visitas, y 3) algo de gran importancia en el presente contexto: más nos convencíamos de que nuestro procedimiento de observar y luego reflexionar sobre la expresividad de lo visto y oído nos ayudaba a desentrañar las dimensiones morales de gran parte de lo que sucedía en las aulas visitadas. (p. 256)

Por su parte, la Cuarta y última parte (Cultivar la conciencia expresiva en aulas y escuelas) se dedica a explicar, a modo de conclusiones e implicaciones, el fundamento, el proceso y los beneficios potenciales del enfoque adoptado. Entienden como “conciencia expresiva” tener una sensibilidad moral activa acerca los fenómenos morales que se expresan de modo complejo en el aula. En primer lugar, se recogen un conjunto de orientaciones sobre los modos de mirar los sucesos en el aula (mantenerse abierto a lo imprevisto, cultivar la mirado y el oído para lo problemático, incluirse a sí mismo entre los sujetos observados, etc.) de forma que vayan más allá de la contemplación pasiva. Además de exigir la inversión de mucho tiempo, cambia a lo largo del proceso. Un camino serpenteante recorre la observación y su posterior análisis. Lo expresivo moralmente está en todas partes, pero especialmente en los detalles, por lo que se requiere mirar con detenimiento, tratándolos como símbolos que contienen un significado moral. Una actitud favorable contribuye a que la mirada detenida pueda observar lo que se expresa de modo sutil.

La lectura del libro lleva a incrementar la “conciencia expresiva” del profesorado, al tomar mayor conciencia de la significación moral de los propios actos y del clima que contribuyen a crear en sus lugares de trabajo. Alejarse, en parte, de la acción inmediata para reflexionar sobre las acciones, puede contribuir a incrementar el compromiso con lo que hacen, al apercibirse de las significaciones morales de muchas acciones que permanecían invisibles. Los asuntos morales no tienen que ser importados al aula, como si la enseñanza debiera adquirir un carácter moral, este libro muestra que está ya saturada de significado moral. Las acciones que el profesor desarrolla en clase, según su manera, estilo o tacto, expresan un significado moral y, como tales, influyen en los estudiantes. De ahí que su lectura puede contribuir a la formación, más consciente, de la educación de ciudadanos responsables.

El libro acaba con un Post scriptum (¿Dónde ir desde aquí?), donde se ofrecen sugerencias de nuevas lecturas, divididas en temas y seleccionando varios textos comentados a los que pueden recurrir los lectores para ir más lejos del libro. Los temas seleccionados son: la expresión y las cualidades expresivas, perspectivas sobre la moral, las escuelas y la enseñanza, los docentes y las prácticas de enseñanza. La editorial debía, en este caso, haber puesto la edición en español de los libros reseñados en los casos en que existe, para que el lector pueda recurrir más fácilmente a ellos. Si la lectura del libro ha incitado el significado moral de la escuela, traspasar este primer umbral descriptivo sería avanzar en las lecturas de obras explicativas de la moral en la enseñanza. Uno de los autores del libro (David Hansen), en años posteriores ya lo ha hecho por su parte con la publicación de buenos libros en dicha línea (Llamados a enseñar, Explorando el corazón moral de la enseñanza).

La lectura del libro por parte de los estudiantes e investigadores los puede hacer mejores observadores y analistas de la realidad escolar. Por su parte, para los docentes, como señalábamos, puede incrementar su sensibilidad hacia los aspectos morales de lo que sucede en clase y ser más conscientes de la influencia que pueden ejercer en este campo. La enseñanza, como interacción humana, es una empresa moral que implica aspectos de imparcialidad, justicia, corrección y virtud, definiéndose no tanto por las capacidades técnicas de los profesores sino por las intenciones educativas y propósitos morales con que comprenden su trabajo. Un análisis de la enseñanza no podrá, entonces, obviar dar cuenta y comprender esta dimensión moral, intrínseca a cualquier práctica educativa.

Acerca de los autores del libro

Philip W. Jackson es Profesor de la Universidad de Chicago. Con una larga trayectoria desde 1968 en que publica Life in classroom (La vida en las aulas. Madrid, Marova, 1975; y en Madrid, Morata, 1991), otros libros conocidos son Enseñanzas implícitas (Buenos Aires, Amorrortu, 1999) y Práctica de la enseñanza (Buenos Aires, Amorrortu, 2002). Fue, asímismo, editor de la 3ª edición del Handbook of research on curriculum (Nueva York: Macmillan 1992) y, en los últimos años, es estudioso y editor de obras de Dewey.

Robert E. Boostrom. Realizó su tesis doctoral en Chicago con Jackson sobre este tema. Es Profesor Asociado de Educación en la University of Southern Indiana y editor (regional) de Journal of Curriculum Studies, donde ha publicado algunos trabajos.

David T. Hansen es Profesor Asociado en la Facultad de Educación de la Universidad de Illinois en Chicago. En español contamos ya con la edición de sus libros Llamados a enseñar (Barcelona, Idea books, 2001) y Explorando el corazón moral de la enseñanza (Barcelona, Idea Books, 2002), además de algunos artículos. Aparte de numerosos artículos, cabe destacar una revisión del campo en su contribución ( “Teaching as a moral activity”) a la 4ª ed. del Handbook of Research on Teaching (Washington, AERA, 2001). Es también editor (con N. Burbules) Teaching and its predicaments (Boulder, Westview Press, 1997).

Acerca del autor de la reseña

Antonio Bolívar es Catedrático de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de Granada. Entre sus libros sobre el tema, cabe destacar: Los contenidos actitudinales en el currículo de la Reforma (Madrid, Escuela Española, 1992); Diseño Curricular de Etica para la Enseñanza Secundaria Obligatoria (Madrid, Síntesis, 1993); La evaluación de actitudes y valores (Madrid, Anaya/Alauda, 1995), Educar en valores. Una educación de la ciudadanía (Sevilla, Consejería de Educación y Ciencia de la Junta de Andalucía, 1998); (con J. Taberner y M. Ventura) (1995): Formación ético-cívica y Educación Secundaria Obligatoria (Granada: Proyecto Sur de Ediciones); y (con J. Taberner) la edición e introducción de E. Durkheim La educación moral (Madrid: Trotta, 2002).


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