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Jackson, Philip W., Boostrom, Robert E., & Hansen, David T.
(2003). La vida moral en la escuela. Buenos
Aires: Amorrortu.
335 pp.
ISBN 950-518-828-5
Reseñado por Antonio Bolívar
Universidad de Granada
27 de diciembre de 2003
Diez años después de la publicación
original (The moral life of schools, San Francisco:
Jossey-Bass, 1993) aparece en la cuidada Colección
“Agenda Educativa” de la editorial Amorrortu esta
importante obra, haciéndola accesible a investigadores,
estudiosos, docentes y estudiantes universitarios. La obra nos
recuerda, ya en su propio título y orientación
metodológica, a La vida en las aulas que Jackson
publicó en 1968. Este libro aporta un enfoque novedoso de la
vida cotidiana en el aula: proponer un modo de ver y considerar
los sucesos del aula que posibilite poner de relieve su
significación moral y expresiva. Además de las
actividades explícitamente dirigidas a tal fin, hay otros
aspectos (desde la decoración de la clase a las expresiones
del rostro de los docentes) que justamente tienen una incidencia
y significación moral, pasando normalmente inadvertidos por
formar parte de la subestructura curricular.
En los últimos años en USA o
España, después de un período de objetivismo que
pretendía romper con el adoctrinamiento ideológico de
otros momentos, se está reivindicando la naturaleza
intrínsecamente moral de la educación. En este final de
modernidad, tras la etapa racionalista en la que todo el
interés se concentraba en cómo planificar
(racionalizar) la actividad docente para conseguir determinados
resultados, estamos volviendo a recuperar el ángulo personal
del oficio de maestro, donde el asunto se juega más en el
compromiso personal, la vocación y la entrega por realzar
educativamente la vida de los alumnos. La enseñanza, muestra
este libro, más que mera instrucción, es
interrelación de personas, guiada por metas morales, de modo
consciente (actividades explícitamente dirigidas a la
educación moral) o, como suele ser más frecuente,
implícitamente por la vida en las aulas (mediante el
currículum “oculto”).
Se trata de cómo mirar y observar la vida
moral del aula sin moralizar, redirigiendo la mirada de los
observadores, como artistas que muestran y aprecian los
significados y valores de las expresiones de acciones o hechos.
Los autores adoptan un deliberado propósito de mantenerse en
un plano descriptivo, sin deslizarse por escurridizos
caminos prescriptivos, por lo que “no debemos esperar que
de este enfoque surjan recetas prácticas” (p. 286),
declaran. De ahí que, contra lo que suele ser habitual en
libros sobre educación moral, renuncien a propuestas
normativas o curriculares sobre cómo debía ser la
educación moral. Además, operan con una segunda
restricción: limitarse a la observación de lo que pasa,
sin preguntar a los docentes sobre lo observado, evitando que
tuvieran que justificar los hechos. Esta posición pretende,
al tiempo, restringir las observaciones a lo efectivamente visto
u oído, colocando al observador en una perspectiva más
cercana a la vivida por los alumnos, que tampoco suelen preguntar
a sus maestros el por qué de sus actuaciones. Si las
observaciones etnográficas precisan de una hermenéutica
que les de sentido y significado, de ellas no se deducen
directamente guías sobre lo que deba hacerse moralmente. No
obstante, incrementar la sensibilidad y el conocimiento de la
vida moral del aula, inevitablemente, lleva a que el profesorado
tenga presente dichas dimensiones en su práctica
docente.
Jackson, Boostrom y Hansen ponen de manifiesto
cómo todo proceso interactivo de las aulas y centros, desde
niveles más explícitos a implícitos, es
intrínsecamente una actividad moral, no tanto por los
contenidos que se enseñen sino por la forma misma como se
regulan y expresan. Al describir etnográficamente las
percepciones de la enseñanza por los profesores se
manifiesta hasta qué grado están repletas de
consideraciones morales. Se ven a sí mismos como modelos de
buena conducta y como guías en el arriesgado terreno moral.
Los docentes, aun sin ser conscientes de ello, siempre son
educadores morales. Sus comentarios en clase, sus maneras de
organizar la clase, conducta, modos de tratar o evaluar a los
alumnos, etc., implícita o explícitamente, educan en
valores y actitudes, como han mostrado los análisis sobre el
“currículum oculto”, del que Jackson fue
iniciador. Por eso más vale planteárselas
crítico-reflexivamente, que dejarlas al arbitrio del azar,
siempre reproductor de las relaciones sociales vigentes.
En la Primera parte (En busca de la moral: una
guía para el observador) establecen una guía de
observación, a modo de taxonomía de categorías de
influencia moral dentro de las aulas. Se trata de ofrecer
sugerencias sobre dónde buscar la moral y, en particular,
perspectivas sobre el modo de observar las implicaciones
morales en la trama del aula, más allá de lo
explícito. Un primer conjunto comprende cinco
categorías expresamente morales, como intentos deliberados
de promover la educación moral: la educación moral como
una parte formal del currículum, la educación moral
dentro del currículum, rituales y ceremonias, muestras
visuales de contenido moral, y manifestaciones espontáneas
de comentarios morales en la actividad en curso. Por su parte, el
segundo conjunto lo constituyen prácticas de la vida del
aula y cualidades de los docentes que encarnan, en muchas
ocasiones indirectamente, una posición moral. Este segundo
grupo lo forman dimensiones que incorporan implícitamente la
moral y son, por eso, menos obvias, obligando a ir más
allá de los hechos, afectando -no obstante- de modo más
importante a la educación moral de los alumnos. Las
categorías de este segundo grupo son: normas y regulaciones
del aula, la moralidad de la subestructura curricular y moralidad
expresiva en el aula.
Los autores proponen esta guía de
observación organizada en ocho categorías, con sus
correspondientes especificaciones en cada una, como ayuda para
ver y observar en qué grado la enseñanza
es una empresa moral, llamando la atención a las maneras
múltiples como se manifiesta lo que se ve, oye o vive en el
aula. Aparte de la delimitación de categorías con
propósito deliberado de educación moral del primer
grupo, la importancia del segundo conjunto es mostrar los
resultados no intencionales de la enseñanza que resultan
más eficaces, en la medida que permanecen a lo largo de la
práctica: “las normas que estructuran la clase, los
supuestos en que se basa el currículum y el estilo o
carácter del docente están casi siempre
presentes” (pág. 65).
Además de dirigir la mirada a lo que ocurre
en el aula, se precisa reflexionar sobre lo visto para extraer su
significación moral. La Segunda parte (Advertir la
complejidad moral dentro de un ámbito escolar: cuatro series
de observaciones) trata de ofrecer ejemplos de este proceso
reflexivo, en el que se distinguen dos fases: una
descriptiva, que se produce durante la observación
del aula, y una etapa posterior de reflexión sobre lo
observado. Ambas fases se encuentran mediadas por la
interpretación de los hechos, pues la lectura moral de lo
que vemos cuando observamos el mundo de la enseñanza es una
obra abierta (recurriendo a la terminología de Umberto Eco),
sujeta a sucesivas reconstrucciones e interpretaciones.
En esta parte se incluyen fragmentos seleccionados
de observaciones, seguidos de los comentarios pertinentes sobre
las actuaciones docentes en cuatro ámbitos: un aula de
primer grado, una clase de álgebra de un colegio de
Secundaria católico, un aula de segundo grado y una clase de
lengua en una escuela secundaria pública. El excelente
análisis de los fragmentos apunta siempre a desvelar la
posible significación moral de los sucesos descritos.
Más que juzgar moralmente la bondad o no de las acciones, se
trata de revelar (“comprensión expresiva”) su
significado moral. Así señalan:
... lo que nos interesaba era cómo ver lo moral
o lo inmoral, no sólo en lo que los docentes dicen y hacen,
sino también en otros aspectos de la vida en el aula.
Nuestro objetivo, en otras palabras, nunca fue demostrar las
buenas intenciones morales del docente común, ni averiguar
si los docentes específicos con quienes trabajamos eran
básicamente buenas personas. Dimos por descontadas ambas
cosas desde el comienzo. Nuestra meta era descubrir cómo
había que proceder para discernir las propiedades morales de
los docentes y las aulas en general, con la convicción de
que existían y que podían revelarse. (pp.
138-9)
La Tercera parte (Enfrentar la ambigüedad
y la tensión morales: otras cuatro series de
observaciones) recoge otras observaciones efectuadas en
distintos establecimientos sobre el medio físico y la
experiencia global de los alumnos, que penetran, en este caso a
un nivel mayor de profundidad, en la trama y urdimbre de las
prácticas pedagógicas. La ambivalencia de la vida moral
en el aula muestra que, aun en el caso de buenos docentes, se dan
también una serie de prácticas cuestionables. La
continuas observaciones ilustran la complejidad de la vida moral
en las aulas. De este modo declaran:
En conjunto, estos cambios en nuestra percepción
equivalen a lo siguiente: cuanto más observábamos y
más reflexionábamos sobre lo que veíamos y
oíamos, 1) más conciencia tomábamos de la
insondable complejidad de la vida en el aula; 2) más respeto
nos merecían los docentes a quiénes observábamos
en nuestras visitas, y 3) algo de gran importancia en el presente
contexto: más nos convencíamos de que nuestro
procedimiento de observar y luego reflexionar sobre la
expresividad de lo visto y oído nos ayudaba a
desentrañar las dimensiones morales de gran parte de lo que
sucedía en las aulas visitadas. (p. 256)
Por su parte, la Cuarta y última parte
(Cultivar la conciencia expresiva en aulas y escuelas) se
dedica a explicar, a modo de conclusiones e implicaciones, el
fundamento, el proceso y los beneficios potenciales del enfoque
adoptado. Entienden como “conciencia expresiva” tener
una sensibilidad moral activa acerca los fenómenos morales
que se expresan de modo complejo en el aula. En primer lugar, se
recogen un conjunto de orientaciones sobre los modos de mirar los
sucesos en el aula (mantenerse abierto a lo imprevisto, cultivar
la mirado y el oído para lo problemático, incluirse a
sí mismo entre los sujetos observados, etc.) de forma que
vayan más allá de la contemplación pasiva.
Además de exigir la inversión de mucho tiempo, cambia a
lo largo del proceso. Un camino serpenteante recorre la
observación y su posterior análisis. Lo expresivo
moralmente está en todas partes, pero especialmente en los
detalles, por lo que se requiere mirar con detenimiento,
tratándolos como símbolos que contienen un significado
moral. Una actitud favorable contribuye a que la mirada detenida
pueda observar lo que se expresa de modo sutil.
La lectura del libro lleva a incrementar la
“conciencia expresiva” del profesorado, al tomar
mayor conciencia de la significación moral de los propios
actos y del clima que contribuyen a crear en sus lugares de
trabajo. Alejarse, en parte, de la acción inmediata para
reflexionar sobre las acciones, puede contribuir a incrementar el
compromiso con lo que hacen, al apercibirse de las
significaciones morales de muchas acciones que permanecían
invisibles. Los asuntos morales no tienen que ser importados al
aula, como si la enseñanza debiera adquirir un carácter
moral, este libro muestra que está ya saturada de
significado moral. Las acciones que el profesor desarrolla en
clase, según su manera, estilo o tacto, expresan un
significado moral y, como tales, influyen en los estudiantes. De
ahí que su lectura puede contribuir a la formación,
más consciente, de la educación de ciudadanos
responsables.
El libro acaba con un Post scriptum
(¿Dónde ir desde aquí?), donde se ofrecen
sugerencias de nuevas lecturas, divididas en temas y
seleccionando varios textos comentados a los que pueden recurrir
los lectores para ir más lejos del libro. Los temas
seleccionados son: la expresión y las cualidades expresivas,
perspectivas sobre la moral, las escuelas y la enseñanza,
los docentes y las prácticas de enseñanza. La editorial
debía, en este caso, haber puesto la edición en
español de los libros reseñados en los casos en que
existe, para que el lector pueda recurrir más
fácilmente a ellos. Si la lectura del libro ha incitado el
significado moral de la escuela, traspasar este primer umbral
descriptivo sería avanzar en las lecturas de obras
explicativas de la moral en la enseñanza. Uno de los autores
del libro (David Hansen), en años posteriores ya lo ha hecho
por su parte con la publicación de buenos libros en dicha
línea (Llamados a enseñar, Explorando el
corazón moral de la enseñanza).
La lectura del libro por parte de los estudiantes
e investigadores los puede hacer mejores observadores y analistas
de la realidad escolar. Por su parte, para los docentes, como
señalábamos, puede incrementar su sensibilidad hacia
los aspectos morales de lo que sucede en clase y ser más
conscientes de la influencia que pueden ejercer en este campo. La
enseñanza, como interacción humana, es una empresa
moral que implica aspectos de imparcialidad, justicia,
corrección y virtud, definiéndose no tanto por las
capacidades técnicas de los profesores sino por las
intenciones educativas y propósitos morales con que
comprenden su trabajo. Un análisis de la enseñanza no
podrá, entonces, obviar dar cuenta y comprender esta
dimensión moral, intrínseca a cualquier práctica
educativa.
Acerca de los autores del libro
Philip W. Jackson es Profesor de la Universidad de
Chicago. Con una larga trayectoria desde 1968 en que publica
Life in classroom (La vida en las aulas. Madrid,
Marova, 1975; y en Madrid, Morata, 1991), otros libros conocidos
son Enseñanzas implícitas (Buenos Aires,
Amorrortu, 1999) y Práctica de la enseñanza
(Buenos Aires, Amorrortu, 2002). Fue, asímismo, editor de la
3ª edición del Handbook of research on
curriculum (Nueva York: Macmillan 1992) y, en los
últimos años, es estudioso y editor de obras de
Dewey.
Robert E. Boostrom. Realizó su tesis doctoral en
Chicago con Jackson sobre este tema. Es Profesor Asociado de
Educación en la University of Southern Indiana y editor
(regional) de Journal of Curriculum Studies, donde ha
publicado algunos trabajos.
David T. Hansen es Profesor Asociado en la Facultad de
Educación de la Universidad de Illinois en Chicago. En
español contamos ya con la edición de sus libros
Llamados a enseñar (Barcelona, Idea books, 2001) y
Explorando el corazón moral de la enseñanza
(Barcelona, Idea Books, 2002), además de algunos
artículos. Aparte de numerosos artículos, cabe destacar
una revisión del campo en su contribución (
“Teaching as a moral activity”) a la 4ª ed. del
Handbook of Research on Teaching (Washington, AERA, 2001).
Es también editor (con N. Burbules) Teaching and its
predicaments (Boulder, Westview Press, 1997).
Acerca del autor de la reseña
Antonio Bolívar es Catedrático de
Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de
Granada. Entre sus libros sobre el tema, cabe destacar: Los
contenidos actitudinales en el currículo de la Reforma
(Madrid, Escuela Española, 1992); Diseño Curricular
de Etica para la Enseñanza Secundaria Obligatoria
(Madrid, Síntesis, 1993); La evaluación de actitudes
y valores (Madrid, Anaya/Alauda, 1995), Educar en valores.
Una educación de la ciudadanía (Sevilla,
Consejería de Educación y Ciencia de la Junta de
Andalucía, 1998); (con J. Taberner y M. Ventura) (1995):
Formación ético-cívica y Educación
Secundaria Obligatoria (Granada: Proyecto Sur de Ediciones);
y (con J. Taberner) la edición e introducción de E.
Durkheim La educación moral (Madrid: Trotta,
2002).
Reseñas Educativas/ Resenhas Educativas
publica reseñas de libros sobre educación, cubriendo
tanto trabajos académicos como practicas educativas.
Todas las informaciones son evaluadas por los editores:
Editor para Español y Portugués
Gustavo E. Fischman
Arizona State University
Editor General (inglés)
Gene V Glass
Arizona State University
Reseñas Educativas es firmante de la Budapest Open Access Initiative.
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