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Vez, José Manuel. (2001). Formación en
Didáctica de las Lenguas Extranjeras.
Rosario-Santa Fe: Homo Sapiens Ediciones.
451 pp.
ISBN 950-808-297-6
Reseñado por Antonio Bolívar
Universidad de Granada
15 de octubre de 2003
Los libros sobre Didáctica de las Lenguas
Extranjeras, normalmente, suelen consistir en presentar
determinadas metodologías, en sus diversas variantes, para
conseguir un aprendizaje más eficaz. El profesor José
Manuel Vez en éste, que reseñamos, opera un doble giro:
en primer lugar se dirige a la Formación del Profesorado y,
en segundo, parte de que una reflexión de segundo orden de
carácter epistemológico es necesaria para dicha
formación. Ambos están interrelacionados: dado que
contamos con una disciplina constituida, cual es la
Didáctica específica de las Lenguas Extranjeras, es lo
que hace posible una formación inicial y desarrollo
profesional del profesorado y, viceversa, la propia práctica
de desarrollo profesional del profesorado enriquece a la
disciplina. El libro traza la historia, plural y compleja, de la
constitución esta disciplina, describiendo sus bases
epistemológicas, su inserción en las ciencias sociales,
así como los conceptos fundamentales, al servicio de la
formación del profesorado, que le dan una identidad propia.
Todo ello desde un reflexión crítica en nuestro
contexto de modernidad tardía (nuevas tecnologías,
multiculturalidad creciente), con demandas y necesidades propias
en la formación de la ciudadanía. En la medida en que
explora estos nuevos territorios, no trillados, lo considero
relevante y original, especialmente para el público
universitario al que va dirigido.
Embarcado el autor, como señala, treinta años en el
campo de la formación de profesores en didáctica de las
lenguas, ha considerado oportuno -en un alto en el camino-
pararse a reflexionar sobre la constitución disciplinar de
la Didáctica de las Lenguas Extranjeras (DLE). La
identidad, actividad y cometidos de la DLE se delimita entre la
disciplina matriz de las Lenguas Extranjeras (LEs) y la
Didáctica general, en función de los procesos de
enseñanza-aprendizaje del alumno y el desarrollo profesional
del profesorado. En un trabajo reciente del autor junto a Lourdes
Montero (en Diccionario/Enciclopedia de Didáctica)
plantean que lo que está en juego es “que la
especificidad de los contenidos transforma y moldea los
lugares comunes de la enseñanza propuestos por
Schwab, quien planteó que para que la enseñanza ocurra,
alguien debe enseñar algo a alguien en algún
lugar y tiempo”. Ese “algo” propio (LEs, en
nuestro caso) implica que determinadas metodologías
didácticas son constitutivas (internas) a las propia
disciplina, además de que puedan compartir también
principios metodológicos de la Didáctica General. Me
gusta, además, que la fundamentación que hace José
Manuel Vez de la DLE no se apoye, como ha sucedido en los
últimos tiempos en España, en exclusiva en la
psicología del aprendizaje, evitando que todo el problema de
la enseñanza sea un asunto psicopedagógico; por el
contrario, se fundamenta en las ciencias humanas y, muy
particularmente, en todo lo que ha sido el análisis
curricular: qué contenidos sociales e instrumentales deben
formar parte de la escolaridad para el tipo de ciudadano que
deseamos promover (por ejemplo, la lengua como comprensión
intercultural).
No ha formado parte habitual de las Didácticas
Específicas la elaboración, como señalábamos,
de una teoría de orden superior que permita comprender y
justificar lo que se enseña y aprende, así como por
qué se deba hacer de una forma u otra. Las demandas, mal
llamadas Aprácticas@, en muchos casos, han considerado
innecesaria dicha tarea. Pero un formación del profesorado,
lejos de vaivenes de las metodologías que en cada momento
dominen, precisa de una reflexión conceptual de qué
enseñar y por qué hacerlo, como formula José
Manuel Vez en este texto. Cabe preguntarse si esta ausencia de
conceptualización ha dado lugar a programas universitarios
de formación del profesorado acríticos, con escaso
nivel reflexivo. Y es que una DLE no se limita a ser
enseñanza de idiomas, paralelamente, es una
construcción intelectual sobre la enseñanza de las LEs,
mediante procesos de investigación sobre la práctica de
la enseñanza, de los que ya se cuenta con un corpus
relevante. En este sentido se defiende que aprender una lengua es
“apropiarse de sus discursos sociales y de su
cultura”, pues comprender en esencia una lengua que no es
propia, supone comprender la sociedad y las normas en la que se
producen y se insertan; lo que comporta un modo amplio de
entender su didáctica.
La fundamentación epistemológica, a la que se dedica
el primer capítulo (“Bases epistemológicas de la
Didáctica de las Lenguas Extranjeras”) por un lado, en
estos tiempos de segunda edad de la modernidad, ha perdido ya una
cierta credibilidad; por otro, una disciplina joven en
búsqueda de reconocimiento de su identidad, al tiempo que su
autonomía, tiene necesidad de establecer sus fundamentos
científicos. Más allá de esto, el autor defiende
la tesis fuerte de que dependiendo de las tesis teóricas se
derivarán modos particulares de organizar los procesos de
enseñanza-aprendizaje, como ejemplifica en el capítulo.
Además, renunciar a entrar en los fundamentos, con la excusa
de ser “prácticos”, supone aceptar
acríticamente supuestos y teorías externas. En fin, sin
una fundamentación epistemológica, la DLE se convierte
-como sucede- en una “pasarela” de moda (la
metáfora es del autor) donde pasarán, desfilando, las
metodologías que estén en candelero en cada momento.
Múltiples razones, que desgrana el autor, abogan por una
integración de la teoría y de la práctica,
así como hay también muchas formas de
interrelación, explícitas unas e implícitas otras;
pero no hay práctica innovadora que pueda sostenerse largo
tiempo sin apoyo en la correspondiente teoría. En cualquier
caso, es un enfoque dialéctico el que mejor permite
comprender esta interrealción: “la teoría se
relaciona con la práctica recuperando los conceptos,
principios y destrezas que son probadamente inherentes a la buena
práctica que ejercen los buenos prácticos. Y desde su
recuperación, los vuelve a reutilizar en la dimensión
teórica del conocimiento como base del reconocimiento de la
competencia práctica y de la corrección de las posibles
deficiencias observadas en la actuación práctica”
(pp. 77).
En segundo lugar, para inscribir a la DLE en el espacio propio
de las Ciencias Sociales y Humanas, con buen criterio, lo hace en
cinco grandes grupos de perspectivas: la filosofía del
lenguaje, la lingüística moderna, la
sociolingüística y sociología del lenguaje, las
ciencias de la educación y las nuevas tecnologías.
Así, en cuanto a la filosofía del lenguaje, se analiza
la controversia entre empirismo-racionalismo y sus derivaciones
actuales, y la teoría de los actos de habla de
Austin-Searle. Las diversas teorías lingüísticas,
por su parte, han tenido una continua incidencia en la
didáctica de las lenguas, sin derivarse una aplicación
directa. Se pasa revisión a tantos modelos como han ido
apareciendo, de modo ininterrumpido, a lo largo de la segunda
mitad del siglo pasado. Por su parte, el enfoque
sociolingüístico ha aportado la necesidad de aprender
una lengua en su contexto, porque apropiarse de una lengua, en el
fondo, es situarse en el medio sociocultural de dicha lengua.
Plurales y diversas son las relaciones con las Ciencias de la
Educación, tanto en sus enfoques psicológicos como
-sobre todo- en metodología didáctica y desarrollo
curricular. Finalmente, las Tecnologías de la
Información y Comunicación han supuesto una posibilidad
de innovación metodológica desconocida en otros
tiempos, ya no son sólo un medio auxiliar en la
enseñanza de las LEs, sino un contexto real de empleo de la
lengua, a condición de que se inserte curricularmente.
Un conjunto de cuestiones nucleares, más directamente
relacionadas con las demandas formativas de los profesores de
lenguas extranjeras, se plantean en el capítulo 3
(“Conceptos fundamentales en Didáctica de las Lenguas
Extranjeras”), en una cierta síntesis conceptual del
tema. De enseñar una lengua se ha pasado en las últimas
décadas a “aprender” una lengua, lo que supone
un giro radical en su didáctica, al poner en primer plano
los procesos de mediación, construcción y
negociación de significados. Desde una concepción
ampliada del aprendizaje de la lengua, “los procesos de
interacción en el aula, alrededor de actividades
comunicativas, generan oportunidades para negociar esos
significados en virtud de la capacidad de representación de
la realidad y de la competencia comunicativa que poseen los
alumnos. En definitiva, la clase de lengua extranjera no es un
espacio para decir y saber sobre una nueva lengua, sino para
hacer cosas con ella en virtud de unas finalidades
auténticamente comunicativas” (pág. 320).
Los procesos de enseñanza-aprendizaje son analizados
desde un marco histórico para mostrar, de modo crítico
desde nuestra perspectiva actual, la evolución y los cambios
de acento, de unos modos proposicionales a otros más
procesuales basados en tareas vivenciales en el aula, pasando por
los comunicativos. Desde una perspectiva curricular, se describen
las tres grandes fases del desarrollo curricular:
planificación, interacción en el aula y
evaluación. Los enfoques metodológicos
“sobredeterminan” cómo hayan de plantearse cada
fase, por sus implicaciones pedagógicas. “En
definitiva, señala el autor, los efectos de las innovaciones
metodológicas que se observan en este nuevo desarrollo del
área de lenguas extranjeras en general apuntan decididamente
hacia una mayor preocupación sobre los usos
lingüísticos para la comunicación y la
representación social y, en consecuencia, están
demandando [...] un concepto de didáctica
lingüística que, desde una percepción
heurística y significativa de las interacciones en el aula,
busca desarrollar oportunidades reales para aprender a
significar, en el sentido de saber determinar cuales son las
respuestas social y lingüisticamente apropiadas a una
situación comunicativa y representativa en los usos de la
nueva lengua que los alumnos aprenden” (pág.
364).
El capítulo último se dedica a revisar la
formación del profesorado en lenguas extranjeras, tanto en
formación inicial (“aprender a enseñar”)
como en formación continua o desarrollo profesional.
Distintos modelos han dominado la formación del profesorado,
que son sometidos a un análisis crítico. En el
desarrollo profesional, resulta particularmente interesante, la
apuesta que se formula por los procesos reflexivos sobre la
práctica como, especialmente, la dimensión
artística del oficio, de la mano de Donald Schön, que
el autor conoce bien, pues es traductor al español, junto
con Lourdes Montero, de Educating the reflective
practitioner (La formación de profesionales
reflexivos. Barcelona: Paidós, 1992). Una formación
permanente que entiende a los profesores “como
prácticos que permanentemente desarrollan algún tipo de
proceso de autoaprendizaje con el fin de mejorar su atención
a la docencia y de crecer en ella junto con sus alumnos”
(pág. 425). El profesor Vez es consciente de que, por bien
establecida que esté la formación inicial, el contexto
de trabajo desempeña un papel de primer orden en el
aprendizaje del profesor, por lo que la reflexión
crítica sobre la experiencia es un medio privilegiado de
desarrollo profesional.
Nos encontramos ante un libro que, como reflexión de
segundo grado sobre la formación del profesorado en la
enseñanza de las lenguas extranjeras, presenta un ensayo
académico original, muy distinto -como decíamos- de los
habituales. Tras su lectura, emerge una visión compleja de
la DLE, donde las metodologías didácticas se inscriben
en otros círculos que explican su sentido, su historia y sus
fundamentos. La DLE aparece como un campo disciplinar que recibe
sus fundamentos conjuntamente de la investigación y del
saber hacer de los prácticos, por lo que integra las
aportaciones de otros campos y que se dirige a la
profesionalización de los que enseñan estas materias
curriculares. Dirigido principalmente al público
universitario, particularmente a los formadores de profesores,
sus cuatrocientas cincuenta páginas, en un texto abigarrado,
dan lugar a múltiples variaciones, matices y temas que
aquí no se han podido recoger, más que en su
estructura.
Una línea directriz que lo recorre transversalmente es la
apuesta del autor por integrar los diversos saberes. Por un lado,
en la dicotomía profesional, entre enseñanza de la
lengua materna (o de “instalación social”, que
prefiere el autor) y de las lenguas auxiliares de
comunicación internacional; pero más radicalmente,
entre el saber académico (del que da cuenta el libro) con el
“saber hacer” de los prácticos, dentro de una
nueva cultura educativa que una las dos orillas del mismo
río, como ha practicado el autor, lo que supone abolir
determinadas divisiones sociales del trabajo docente,
estableciendo los necesarios puentes. En último extremo no
es más que trasladar, de modo congruente, los postulados que
se defienden en la enseñanza en el aula: los alumnos como
negociadores de significado y experimentadores de la lengua.
Revalorizar y potenciar el buen saber hacer del profesorado es
reflexionar sobre las teorías implícitas de su
práctica, al tiempo que aportarle otras que abran nuevos
horizontes para la práctica. A esa tarea, se dirige, a pesar
de su formato académico, en último extremo el
libro.
Acerca del autor del libro
José Manuel Vez es Catedrático de
Didáctica de la Lengua en la Universidad de Santiago de
Compostela (España). Ha dirigido varios equipos de
investigación con la participación del profesorado en
ejercicio, y publicado una docena de libros y más de un
centenar de artículos y capítulos de libro. De entre
sus libros, cabe destacar, English Language Modular
Packs (Zaragoza, Edelvives/MEC, 1995), Didáctica del
Español como Lengua Extranjera. Teoría y práctica
de su dimensión comunicativa (Granada, Grupo Editorial
Universitario, 1998), Fundamentos lingüísticos en la
enseñanza de Lenguas Extranjeras (Barcelona, Ariel,
2000), y Didáctica de la Lengua Extranjera en la
Educación Infantil y Primaria (Madrid, Síntesis,
2002).
Acerca del autor de la reseña
Antonio Bolívar es Catedrático de
Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de
Granada. Entre sus libros, cabe destacar: El conocimiento de
la enseñanza. Epistemología de la investigación
curricular (Granada, Force/Univ. de Granada, 1995); La
evaluación de actitudes y valores (Madrid, Anaya, 1995);
(con Escudero y otros): Diseño y desarrollo del
currículum en la Educación Secundaria (Barcelona,
ICE/Horsori, 1997); Diseño, desarrollo e innovación
del currículum (Madrid, Síntesis, 1999), y (con
J.L. Rodríguez Diéguez): Reformas y retórica:
la reforma educativa de la LOGSE (Málaga, Aljibe,
2002).
Reseñas Educativas/ Resenhas Educativas
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