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Feldeber, Myriam. (Comp.) (2003). Los sentidos de
lo público. Reflexiones desde el campo educativo.
Buenos Aires: Ediciones Novedades Educativas.
128 páginas
ISBN 987-583-083-0
Reseñado por Claudio Almonacid
Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación
(Chile)
9 de agosto de 2004
Este libro forma parte del proceso de reflexión de
distinguidos académicos argentinos, quienes participaron en
el proyecto “Privatización y reforma educativa. La
experiencia argentina de la década del noventa”. Este
proyecto, dirigido por Myriam Feldfeber, fue desarrollado el
año 2002 en el Instituto de Ciencias de la Educación de
la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
Buenos Aires y contempló la realización de mesas de
debates, en las cuales se analizaron las conceptualizaciones
pertinentes para definir un espacio público no estatal en el
campo educativo y el sentido que asume la crisis del espacio
público.
El objetivo de este libro es analizar y discutir la crisis de
la educación pública y de la escuela pública en el
contexto de la mercantilización del espacio social. Para
lograr este objetivo, se han puesto en discusión las
premisas que, desde la modernidad, constituyeron la escuela
pública, para entender mejor las consecuencias de la
política de privatización impuesta en Argentina por las
políticas neoliberales. Por añadidura, la
reflexión que se presenta en este libro, constituye un
aporte a las demás experiencias de aplicación de las
reformas neoliberales que se han implementado en los restantes
países de Latinoamérica. En este sentido, resulta
provocativa la pregunta que acompaña el título de este
libro “¿Existe un espacio público no
estatal?”, en tanto las políticas desarrolladas en
nuestros países nos hacen creer que no existe más
alternativa y que avanzamos inexorablemente hacia una
privatización del derecho a la educación, en que
sólo quienes tengan recursos podrán acceder a una
educación de “calidad” y el resto de la
población tendrá que consolarse con políticas de
contención social. Pensar si existe un espacio público
no estatal nos lleva también, a juicio de los autores, a
repensar nuestras propias formas de enfrentar las políticas
educativas, en tanto hemos despreciado el aporte que la labor del
Estado significó para la defensa de las mayorías
excluidas.
A continuación presentamos una pequeña
descripción de los argumentos centrales de este libro, a
partir de los aportes de cada uno de los autores.
Sandra Carli, profesora de la Facultad de Ciencias Sociales de
la Universidad de Buenos Aires, en su artículo
“Educación pública. Historia y promesas”
argumenta que, en las últimas décadas, se ha producido
una gradual y progresiva pérdida de la eficacia
simbólica y material de la escuela pública argentina,
que tuvo como principal actor al Estado-nación, en su
intento por lograr una cultura común, cuyas
características fueron la imposición de una lengua
única, enseñar la nación y transmitir la cultura
moderna. A su juicio, el complejo escenario social y
económico que caracteriza a la Argentina actual entra en
colisión con los sentidos que dieron origen a la escuela
pública, en tanto las políticas neoliberales se basan
en estrategias de exclusión social. Para mostrarnos el
antagonismo entre las concepciones que fundaron la escuela
pública argentina y las actuales políticas sociales,
económicas y educativas, Carli nos remite a la cruzada
civilizadora emprendida por Sarmiento, que, mediante una
operación de violencia simbólica, logró imponer
una propuesta hegemoneizadora, cuyo objetivo fue la
inclusión social a través de la transmisión de la
cultura, la producción de identidades y en tanto un espacio
de representación de los distintos sectores sociales. Sin
ánimo de mistificar los ideales igualitarios que
caracterizaron a la escuela pública, Carli nos muestra los
claroscuros de ese proyecto, encarnados por sus límites
materiales y simbólicos que la caracterizan hasta hoy
día.
Sin embargo, la educación pública se inserta
actualmente en un nuevo mapa de fenómenos educativos que se
expresan en el fortalecimiento de las tendencias a la
privatización, la expansión de las instituciones
privadas nuevas y la multiplicación de propuestas de
desestatización o desregulación estatal. Si bien, las
el sistema de educación privada en Argentina no es nuevo, su
novedad está en que su pretensión de constituirse en
respuestas institucionales al proceso de polarización
social, esbozando alternativas centradas en tópicos como la
libre elección de escuelas, autonomía, etc.
En su análisis, Carli sostiene que existen varias
alternativas para la educación pública: transformarse
en un dique de contención del mercado autorregulado, ser la
retaguardia de la tradición progresista, o constituir a la
educación en el principal espacio político y cultural,
desde el cual generar un espacio de discusión de las
actuales políticas regresivas. A su juicio, es necesario
avanzar de manera urgente en la politización del debate
sobre la educación pública, en tanto permite recordar
que constituye el espacio privilegiado en el que transita el
crecimiento de las nuevas generaciones. Destaca además, el
papel de la educación pública en la sedimentación
de un orden cultural futuro y de demandar el fortalecimiento del
sector docente como actor social, dada su responsabilidad social
e institucional.
Por su parte, Carlos Cullen, profesor de la Universidad de
Buenos Aires, en el capítulo “La construcción de
un espacio público como alternativa a la violencia social en
el contexto de la globalización” propone como
hipótesis que esta concreta estrategia de
globalización en la cual estamos tiende a ver de alguna
manera esta violencia social como meras distorsiones del mercado
desde un sutil abandono de la discusión pública (cita
textual?) . A partir de esta hipótesis argumenta que,
progresivamente, se ha ido sacando a la educación
pública desde el campo de las políticas justas
reduciéndola a una cuestión meramente de sistemas
educativos, más o menos eficaces, en función de
legitimar la exclusión social, entendida como una forma de
violencia social, en donde estas políticas logran esconder
un monoteísmo secularizado, culturalmente fundamentalista,
que impide pensar en la posibilidad de alternativas.
En contraposición, Cullen nos invita a la creación
de un espacio público intercultural que permita generar una
globalización alternativa, sin exclusiones ni
masificaciones. Para ello, Cullen sostiene que es necesario
realizar un proceso de reconstrucción del concepto de lo
público, que, a la manera de una genealogía, indague
sobre la historicidad de la supuesta adhesión del concepto a
una necesaria desculturización. Metodológicamente, para
comprender los diversos usos del concepto de lo público, el
autor nos muestra la diferencia entre las concepciones
“antiguas” y “modernas” y nos plantea la
necesidad de hacer surgir, desde el análisis de la violencia
social, el diálogo y la interacción de las culturas,
como base para la reconstrucción del contrato social, sobre
bases normativas de justicia.
Roberto Follari, profesor de la Universidad de Cuyo, otro de
los autores de este libro, nos señala en su artículo
“Lo público revisado: paradojas del Estado, falacias
del mercado” el tardío descubrimiento que las ciencias
sociales latinoamericanas han tenido sobre la importancia de la
sociedad civil y de las organizaciones que en ella se establecen.
Retomando las argumentaciones de Marx para criticar la
experiencia estatista de la Unión Soviética y de
diversos partidos comunistas del mundo, Follari indica que
“el Estado es un espacio desde el cual la voluntad
colectiva ha sido despojada; un lugar donde se ha depositado y
condensado la soberanía social, alienándola y
perdiéndola” (pág. 51), pero desde el cual se
presentan como si fueran universales los intereses particulares
de una clase, legitimando la dominación incluso a
través de ejercer alguna representación real (parcial y
minoritaria) de los intereses de los sectores sociales
subordinados. De esta forma, “el Estado ‘media’
la dominación que una clase realiza sobre otra/s a los fines
de legitimarla, y a la vez hacerla socialmente plausible y
tolerable” (pág. 53), utilizando como recurso la
ficción jurídica de la igualdad de los ciudadanos.
Las confusiones conceptuales en torno al rol del Estado han
tenido como consecuencia que diversas posiciones conservadoras se
disfracen de progresistas. Así, a juicio de Follari,
“los neoliberales a menudo utilizan argumentos ‘de
izquierda’ para justificar sus posiciones, y en muchos
casos logran engañar a diversos interlocutores en cuanto a
su verdadera ideología. El pretender que se está a
favor de la descentralización de los servicios de salud o
los escolares por razones ‘democráticas’ oculta
que lo que se busca por los neoliberales es algo muy diferente:
municipalizar los servicios para que la comunidad se haga cargo
de lo que antes solventaba el gasto estatal o, lisa y llanamente,
privatizar la gestión para que se realice ‘desde la
sociedad civil’, y de una manera supuestamente diferenciada
y ‘plural’”. (Pág. 54). De este modo, se
hace necesaria la defensa del Estado en aquellos elementos que
signifiquen la defensa de los derechos de los ciudadanos, sin
dejarse caer en la trampa de la coartada privatizadora que
defiende el espacio público no estatal que esconde sus
verdaderos objetivos de clase. Uno de las pistas que entrega
Follari de reconocimiento de los falsos discurso se refiere al
discurso privatizador que apela al financiamiento estatal de la
gestión privada del sistema escolar.
Pablo Gentili, profesor de programa de Postgrado en
Educación de la Universidad del Estado de Río de
Janeiro, en su artículo “Pedagogía de la
esperanza y escuela pública en una era de desencanto”
contrapone al tiempo de exclusión y de guerra que
caracteriza a nuestra época una pedagogía de la
esperanza, cuyo centro sea la igualdad; una igualdad que se aleje
de la conceptualización formal y que más bien construya
valores, sentidos y derechos que estructuren una práctica
efectiva en la vida cotidiana de nuestras comunidades. A su
juicio, el problema radica en cómo construir prácticas
igualitarias en sociedades que se caracterizan por ser
profundamente desiguales, de modo que garantizar a los pobres el
acceso a la escuela en un contexto de precarización de las
condiciones de vida, no sólo refuerza la indignación,
sino que profundiza la situación de exclusión que
caracteriza a nuestros países.
Desde la tradición de la pedagogía emancipatoria,
Gentili nos invita a realizar una lucha que no es
“para” los excluidos sino “con” los
excluidos que logre una “transformación radical de las
prácticas que históricamente condenan a la miseria y a
la exclusión a millones de seres humanos” (pág.
76). En esta lógica, una de las áreas en que Gentili
nos propone disputar los sentidos que las políticas
neoliberales nos imponen se refiere al concepto de “calidad
de la educación” cuya estrategia, diseñada por
los tecnócratas de la educación, se basa en la
medición de los saberes escolares y que ha terminado por
establecer ranking de establecimientos educacionales, según
se acerquen a los parámetros preestablecidos. Para Gentili,
evaluar la “calidad” de la educación es mucho
más que medir indicadores tecnocráticos, implica
considerar el grado efectivo de democratización del derecho
a la educación, las condiciones de igualdad y equidad del
sistema escolar, el compromiso de las instituciones educativas
con las demandas y necesidades de la población, que permitan
reconocer los grados de justicia mediante los cuales las
sociedades avanzan en la lucha contra el monopolio del
conocimiento.
Flora Hillert, profesora del Departamento de Ciencias de la
Educación de la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos Aires, en su artículo “Lo
público, democrático y popular” parte del
reconocimiento que “durante la década del 90, ante el
embate neoconservador, los defensores de la escuela pública
fuimos en varios sentidos avasallados. No sólo fue
insuficiente la movilización en defensa de la escuela
pública y en oposición al proyecto neoconservador, sino
también el andamiaje teórico sostenido: nuestros
argumentos, nuestra bibliografía y nuestros planteos fueron
evidentemente escasos e inadecuados” (pág. 85). En su
análisis, Hillert conjuga diversos elementos teóricos e
históricos para mostrarnos la paradoja de los años 80 y
90, que significó la crítica al Estado como
institución, alentado por los neoconservadores y que, en la
práctica, implicó la reducción del Estado y con
ello la indefensión de los ciudadanos frente al mercado.
En un intento por avanzar en la clarificación conceptual
del debate de lo público, Hillert intenta establecer la
diferencia entre sociedad civil y tercer sector. Para ello,
Hillert nos recuerda que es necesario analizar las relaciones de
clase que se establecen en una y otra, estableciendo una
línea divisoria utilizando como eje lo popular, lo
democrático y lo nacional.
Ma. Silvia Serra, profesora en Ciencias de la Educación
de la Universidad Nacional de Rosario, intenta responder si
“¿Es posible lo público no estatal en
educación en la Argentina?”. En un recuento
histórico, Serra nos señala que en Argentina como en
muchos otros países “lo público” fue
equivalente a “lo estatal”, en donde la
educación cumplió el doble papel de alfabetizar y
civilizar. En nuestros tiempos, caracterizados por los procesos
de reforma educativa, en cambio, se ha producido un
desplazamiento del sentido de lo público hacia lo
estatal/provincial y hacia lo público-comunitario,
trasladando el sentido hacia el “todos”, “a la
sociedad, la comunidad, a los sectores y organizaciones que en
ella conviven” (pág. 101). Finalmente, Serra nos
sugiere para encontrar una respuesta a su interrogante
quizás debamos preguntarnos sobre a quién educamos y
para qué.
Myriam Feldfeber, profesora de Política Educacional de la
facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos
Aires, en su artículo “Estado y reforma educativa: la
construcción de nuevos sentidos para la educación
pública”, sostiene que se han ensanchado “las
fronteras de lo que se definió históricamente como
educación pública para incluir a la educación
privada” (pág. 109) a la vez que se ha restringido la
noción de universalidad vinculada con la escuela
pública como espacio de materialización de derechos.
Utilizando los aportes teóricos de Arendt y Habermas, la
autora nos muestra cómo el espacio público en
educación ha sido paulatinamente transformado en privado.
Asimismo, de acuerdo a Barman, la idea de ciudadanía se
circunscribe a la esfera del consumo, cuya consecuencia en
educación se refiere a la distinción de la
administración educativa, según si es realizada por los
agentes públicos o privados y por tanto el problema queda
reducido a un mero aspecto de gestión, en donde, debido a la
justicia distributiva, resulta legítimo la pretensión
privada de acceder a los recursos públicos para financiar
su acción.
En este mismo sentido, la educación pública ha sido
asociada con la burocracia y la regulación excesiva, ausente
de innovación y falta de eficacia y eficiencia en la
utilización de los recursos, mientras que la educación
de administración privada es promovida como un espacio de
mayor autonomía y con capacidad de innovación,
vinculada con la posibilidad de los padres de elegir la
educación de sus hijos (pág. 118). De esta forma,
Feldfeber ahonda en el análisis de las escuelas
charters en tanto constituyen un intento concreto por avanzar
en la privatización del espacio público escolar,
propuesta que, como recuerda la autora, tiene su origen en la
imposición del gobierno y de los expertos más que en
una construcción o una reivindicación de las bases de
la sociedad.
Paralelo a este proceso de ensanchamiento del concepto de
“lo público”, a la escuela pública a cargo
del Estado, siguiendo las recomendaciones del Banco Mundial, se
le asigna además el rol de contención social, a partir
del desarrollo de políticas asistenciales y focalizadas
(pág. 122). Este enfoque, en la práctica, constituye
una respuesta para resolver las desigualdades que el propio
sistema social y económico genera.
Finalmente, Feldfeber nos invita a “recuperar la idea de
espacios públicos como ámbitos de constitución y
expresión de la ciudadanía, como espacios de libertad y
manifestación de lo diverso, como construcciones colectivas
y democráticas en torno a proyectos comunes”
(pág. 124)
Acerca del autor de la reseña
Claudio Almonacid, Doctor en Educación, (P.
Universidad Católica de Chile, 1997). Se ha desempeñado
como docente en diversos programas de post grado (U.
Católica de Valparaíso, U. Católica de Maule y
Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación) y en
la Universidad Austral de Chile (pregrado). Se ha
desempeñado además como profesional del Ministerio de
Educación de Chile y como investigador del Consorcio
Universitario Fernando de Los Ríos (Granada, España).
En la actualidad, trabaja en la Universidad Metropolitana de
Ciencias de la Educación en el Programa de Magíster en
Educación.
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