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Haydon, Graham. (2003). Enseñar valores: Un nuevo
enfoque. Madrid: Ediciones Morata.
222 pp.
ISBN: 84-7112-485-8
Reseñado por Antonio Bolívar
Universidad de Granada
Diciembre 4, 2004
A medida que se incrementan los problemas sociales
y disminuye la capacidad educativa de la familia y otras
instancias socializadoras, más se acude y demanda a la
escuela que contribuya a solucionar los problemas que nos
aquejan. De este modo, una “ola” de educación en
valores ha recorrido las últimas reformas educativas y los
nuevos currículos. Dicho recurso, en muchos casos, ha
tenido una función retórica o legitimadora, en tanto no
se habilitaban tiempos y espacios para ser llevada a cabo, no se
ponían los apoyos precisos (materiales, formación) o no
se intervenía en los contextos sociales originarios. A su
vez, con los nuevos vientos de eficacia, calidad y énfasis
en los resultados, en una “vuelta a lo básico”,
los valores han venido a quedar silenciados en las últimas
propuestas oficiales. Dentro de este contexto, un libro como el
de Graham Haydon puede contribuir a repensar qué se debe
hacer en la educación cívico-moral de la
ciudadanía, pues, como señala, “reflexionar sobre
los valores es una forma de conseguir un cuadro más claro de
lo que estamos tratando de hacer y de lo que define en qué
consiste hacerlo bien”.
En primer lugar, como contexto general, el autor
se cuestiona sobre qué papel juegan los valores en la
educación, en los fines de la educación y en la
función de la escuela actualmente. Si bien en la
enseñanza, las cuestiones de valor son inevitables, los
modos concretos como se implementen son variables y discutibles.
Dentro de la reflexión sobre los fines de la educación
y, más específicamente, los objetivos de los docentes y
escuelas, se debe pensar en la aportación y resultados que
las escuelas puedan lograr . La educación pública se
configuró como la institución necesaria para la
formación e identidad de la ciudadanía, en la que tiene
un papel de primer orden los valores.
Después de situar dicho marco general, el
libro se divide en cinco partes. La parte II se dedica a la
diversidad de valores, como modo para ayudar al lector a
clarificar los conceptos y problemas que se presentan en las
sociedades modernas, así como a los valores concretos de
tolerancia y compromiso como respuesta a la diversidad. La parte
III se refiere a la idea de moralidad, explorando las formas
en que la gente y los docentes tienen de ella, al tiempo que se
aclaran las dudas que suscita y su papel, independiente del marco
religioso. La parte IV vuelve a las controversias
específicas que atañen a los valores, en especial a
aquellas que suelen provocarse en el aula. En la V se plantea
cómo debemos entender las ideas de la educación en
valores y la educación moral, así como en qué
están mejor situadas las escuelas para actuar en este campo.
Por último, la VI parte plantea cuestiones y formula
sugerencias sobre el papel de los valores en la formación
profesional de los docentes y en la ética profesional. En
fin, un amplio y variado panorama de la educación en valores
que pueda servir de base para la reflexión e
implementación en las aulas, pues -como señala Haydon
en el prefacio- “la profesión docente debe hacer suya
la reflexión sobre las cuestiones que se plantean sobre los
valores, si no quiere dedicarse siempre a responder a un plan
moral fijado desde el exterior”.
Los valores que se pueden promover en la
enseñanza son variados. No sólo se enseãn valores
morales sino también , igualmente valiosos son los valores
no morales como lo son los valores estéticos, personales,
etc.. Lo que hace que sean morales no es su contenido, sino los
tipos de razones que los apoyan. Hay dilemas, conflicto y
pluralidad de valores, pero una educación moral puede
contribuir a aminorarlos por medio de valores como la tolerancia
o el compromiso con el grupo. En una sociedad diversa y
pluralista, la tolerancia se convierte en una virtud de primer
orden. En último extremo, las acciones docentes de
enseñar valores dependerán de lo que se entienda por
“moralidad”, a lo que dedica la III parte.
Describiendo un conjunto de razones para enseñar la
moralidad, es preciso explicar por qué no sea en la
educación una forma de imposición (adoctrinamiento que
impida al alumnado pensar por sí mismo: “la idea de
imponer la moralidad sobre los demás se convierte en una
contradicción en sus términos. Las personas tienen que
apreciar la fuerza del pensamiento moral por sí mismas y la
educación moral tendrá un papel que desempeñar
capacitando a las personas para ver lo que, en último
término, tendrán que ver por sí mismas, sin
imponerles nada” (p. 114).
Los docentes también han de ser conscientes
de controversias que atraviesan la acción educativa en
valores, tales como el tratamiento educativo que haya que hacer
del aborto, la educación ambiental o el trato a los
animales. Especialmente en el contexto de una sociedad
multiconfesional cuando no multicultural, se plantea el lugar que
deba ocupar la enseñanza de la religión. Haydon analiza
los pros y contras, y defiende que la escuela estatal debe ser
secular no en el sentido fuerte de que toda mención a
creencias religiosas esté excluido, sino en el de que
“no se comprometan a educar a los niños en una fe ni
mantengan la superioridad de una cosmovisión religiosa sobre
otra no religiosa” (p. 151).
En los países hispanoamericanos se ha
generalizado en la última década, por influencia
sajona, la expresión “educación en
valores”, frente a la más habitual de
“educación moral”. Haydon, al comienzo de la
parte V, dice que, aunque no hay una distinción firme y
sistemática entre ambos términos, “educación
en valores” quiere abarcar todos los valores susceptibles
de educación, por lo que incluye los llamados temas
transversales. La educación moral no puede ser relegada a la
enseñanza de la religión, ni tampoco es defensible un
pretendido “objetivismo” o
“neutralismo”.. La escuela no debe transmitir valores
en un sentido de “adoctrinamiento” (aceptación
acrítica, con algún tipo -directo o indirecto- de
coerción), sino de modo que capacite al estudiante a pensar
y decidir por sí mismo, de acuerdo con la tradición
liberal de la autonomía moral. Es de esta forma que el
diálogo constructivo y el debate se convierten en medios
privilegiados para construir una educación moral.
La sexta y última parte que cierra el libro
se dedica a “los valores en la profesión
docente”. La enseñanza es un quehacer moral en un
doble sentido: el profesorado desempeña un papel relevante
en la formación de las nuevas generaciones, y -por su
propia naturaleza- el oficio de enseñar implica tomar
decisiones morales en situaciones de incertidumbre. Si la
enseñanza no es una tecnología aplicada, el profesor
tiene que entrar continuamente en las cuestiones de los valores.
La formación docente debe incluir la formación en
competencias para educar en valores, al tiempo que una
deontología profesional puede contribuir a reafirmar el
sentido de profesión de la enseñanza. Sin embargo,
existe en los programas de formación del profesorado un
predominio de enfoques técnico-academicistas y la ausencia
generalizada del desarrollo del carácter y educación
moral.
Con un estilo analítico--muy inglés-de
clarificación conceptual, al tiempo que, en un enfoque
filosófico, el libro busca la razón del por qué de
las cosas, propio de la formación filosófica del autor.
En ocasiones, no obstante, se vuelve insatisfactorio al no quedar
clara la postura que defiende el autor, al haberse movido
presentando razones a favor o en contra de las diversas posturas
examinadas o de los términos descritos. Si bien esto ayuda a
reflexionar sobre temas como los valores, la moralidad yel
pluralismo, por otro lado, al adoptar un enfoque conceptual, hay
una ausencia de orientaciones metodológicas y
prácticas para conducir una educación en valores .
Adoptando un enfoque filosófico, los principales debates
(liberalismo vs. comunitarismo, republicanismo cívico, etc.)
que recorren los enfoques del campo están escasamente
reflejados.
Abogando por la inclusión en el currículum de la
educación en valores y las cuestiones transversales para
reafirmar la función educativa de la escuela, el autor no
oculta algunos de las problemas sociales y didácticos que
tiene su puesta en práctica. Para Haydon, primero
estaría la clarificación conceptual y, en segundo
lugar, los asuntos didácticos para su implementación.
Además, en sus páginas se muestra cómo la
asunción de estas tareas de parte de los docentes, cuando no
hay vínculos de articulación entre
familia/escuela/medio social, genera tensiones y retos.
El contexto en que se mueve el libro, en ejemplos
y situación de la educación, como no podía ser
menos, es el inglés, lo que limita su alcance en otros
lugares. No obstante, en la medida en que los problemas
educativos y, en especial, de la educación en valores son
-en gran medida- comunes, las cuestiones planteadas tienen
actualidad para cualquier lector. El libro, escrito en un
lenguaje accesible -no requiere tener una sólida
formación filosófica-, está dirigido al
profesorado de la Educación Obligatoria, así como a los
futuros docentes, para ayudarles a reflexionar sobre temas como
los valores, la moralidad, el pluralismo, la tolerancia, la
relación entre moralidad y religión, y los fines de la
educación.
Abogando por la inclusión en el
currículum de la educación en valores y las cuestiones
transversales para reafirmar la función educativa de la
escuela, el autor no oculta algunos de las problemas sociales y
didácticos que tiene su puesta en práctica. Para
Haydon, primero estaría la clarificación conceptual y,
en segundo lugar, los asuntos didácticos para su
implementación. Además, en sus páginas se
evidencia la asunción de estas tareas por parte de los
docentes, cuando no hay vínculos de articulación entre
familia/escuela/medio social, genera tensiones y retos.
Sin embargo, falta un análisis sobre
cómo los grandes valores (en abstracto) se tienen que
traducir en normas de comportamiento, de forma que den lugar a
los correspondientes hábitos, para vivirlos en la trama
organizativa del centro. La formación de normas,
hábitos y valores se produce en el ámbito del centro
escolar, más que aisladamente en cada aula y disciplina.
Superar –entonces– que quede relegada a unas horas de
clase semanales, desconectada de lo que se hace y se vive en las
demás clases y pasillos-recreo, conduce –en
efecto– a la acción conjunta de todo la
escuela. Esto supone hacer de la escuela un proyecto, como
acción educativa común, donde además, es preciso
conjugar la lógica disciplinar de las áreas o materias,
con aquellas dimensiones sociales actuales, moralmente
relevantes, ante las que la escuela no debiera inhibirse. En este
plano práctico, se formulan escasas sugerencias sobre
cómo en los contenidos curriculares y en los propios
contextos interactivos del aula/centro se deban vivenciar y
manifestar aquellos valores, normas y actitudes en las que
razonablemente sería deseable educar, dando a la
enseñanza esa otra dimensión que la convierte en
educación.
Acerca del autor del libro
Graham Haydon es profesor de Filosofía de la
Educación en el Instituto de Educación de la
Universidad de Londres, en la Educational Foundations and
Policy Studies, que dirige el Sally Power. Esta obra
recibió el Segundo Premio de la Standing Conference on
Studies in Education. Sus intereses están centrados las
dimensiones moral y política de la filosofía de la
educación (educación para la ciudadanía,
educación en una sociedad multicultural, ética
profesional, ética de la enseñanza). Sus últimas
obras relacionadas con esta temática: “Moral
education”, en R. Curren (ed.) Companion to Philosophy
of Education (Oxford, Blackwell, 2002); Values, virtues
and violence. Education and the public understanding of
morality (Oxford, Blackwell, 1999); 50 Years of Philosophy
of Education; Progress and Prospects (Londres: Institute of
Education, 1998); Education and the Crisis in Values: Should
we be Philosophical about it? (Londres: Institute of
Education, 1993). Entre sus artículos últimos: The
Moral Agenda of Citizenship Education, The School Fiel,
Vol.10 (3/4, 1999); The Moral Development of Society, Journal
of Philosophy of Education, 33 (1, 1999).
Acerca del autor de la reseña
Antonio Bolívar es Catedrático de
Didáctica y Organización Escolar en la Facultad de
Ciencias de la Educación de la Universidad de Granada
(España). Entre sus libros sobre el tema, cabe destacar:
Los contenidos actitudinales en el currículo de la
Reforma (Madrid, Escuela Española, 1992); Diseño
Curricular de Etica para la Enseñanza Secundaria
Obligatoria (Madrid, Síntesis, 1993); La
evaluación de actitudes y valores (Madrid, Anaya/Alauda,
1995), Educar en valores. Una educación de la
ciudadanía (Sevilla, Consejería de Educación y
Ciencia de la Junta de Andalucía, 1998); (con J. Taberner y
M. Ventura) Formación ético-cívica y
Educación Secundaria Obligatoria (Granada: Proyecto Sur
de Ediciones, 1995); y (con J. Taberner) la edición e
introducción de E. Durkheim La educación moral
(Madrid: Trotta, 2002); “Ciudadanía y escuela
pública en el contexto de diversidad cultural”,
Revista Mexicana de Investigación Educativa, 20
(enero-abril, 2004).
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